Entrevista | Alicia Borrachero Actriz

"El teatro en el que yo creo es aquel que te permite reflexionar"

La actriz presenta este viernes 3 de mayo, en el Teatro Principal de Alicante, su obra Un delicado equilibrio

Ben Temple y ella se han encargado de traducir y producir la obra original del autor Edward Albee

Alicia Borrachero interpreta a Agnes en la obra "Un delicado equilibrio"

Alicia Borrachero interpreta a Agnes en la obra "Un delicado equilibrio" / información

Juan Fernández

Juan Fernández

Mientras está de estreno en Netflix con El caso Asunta, Alicia Borrachero (Madrid, 1968) visita este viernes 3 de mayo el Teatro Principal de Alicante, a las 20.30 horas, con Un delicado equilibrio. Se trata de una adaptación de la obra del autor estadounidense Edward Albee, donde se percibe el humor ácido y la ironía propia del dramaturgo. "En Madrid, el público ha agradecido poder tener acceso a este tipo de textos", comenta la actriz, que sienta que muchas veces se acaba "infravalorando" a la audiencia.

¿Qué se va a encontrar el público de Alicante en Un delicado equilibrio?

Lo que más puedo remarcar es el texto. Es un premio Pulitzer del autor de ¿Quién teme a Virginia Woolf?, Edward Albee. Es uno de los clásicos modernos americanos. Cuando la tradujimos Ben Temple y yo, nos dimos cuenta de que es una obra que, aunque no la representáramos teatralmente, simplemente haciendo una lectura de actores sentados, sería sublime. En Madrid, el público nos ha agradecido poder tener acceso a este tipo de textos, que cada vez se representan menos.

No obstante, los personajes dan una mayor profundidad al texto.

Los personajes son fascinantes de ver por sus comportamientos, muy peculiares en un entorno familiar en el que hay una gran crueldad, pero al mismo tiempo un gran sentido del humor. Se llama Un delicado equilibrio porque todo está ahí, presente, pero siempre guardando las apariencias y las formas.

¿La historia modifica algo de la obra original?

En absoluto. Eso está controlado por los herederos de Albee, por lo que no puede uno hacer una versión ni tomarse alguna licencia.

Pese a que la obra es de 1966, las cuestiones que plantea pueden llegar a parecer muy actuales.

Como todo gran texto, es universal y atemporal. En esta obra hay muchas preguntas que Albee plantea sin llegar a ninguna conclusión. Cuestiones como nuestra relación con la familia, sobre qué hacemos en la sociedad occidental moderna, hasta dónde puede llegar la amistad o el amor... Son preguntas sobre vínculos cercanos en una sociedad en la que se da mucho la espalda al dolor. Y el autor plantea todo esto a su estilo, con la ironía y el humor ácido que le caracteriza. Se dicen las mayores barbaridades con la mayor educación y cuestiona si hay fondo dentro de la forma que nos hemos inventado para vivir en sociedad.

Su texto invita al público a reflexionar incluso después de la función.

El teatro en el que yo creo es aquel que te permite reflexionar. Desde que el hombre es hombre, existe la necesidad de representarse. Ya no solo depende de los temas que se exponen, que también, sino porque como público, cuando vamos al teatro, nos juntamos en comunidad para ver algo que está vivo y que es diferente en cada función. Y vamos al teatro a que nos pongan un espejo, como decía Shakespeare, para que nos reconozcamos. Para mí, el teatro es inherente a la naturaleza humana y más si es un teatro que te hace reflexionar.

¿Cree entonces que el teatro va más allá del mero entretenimiento?

Yo soy una gran defensora de entretenimiento, tanto encima del escenario como espectadora. Pero estos grandes autores tienen otro tipo de aspiración y le hablan a esa parte del público que quiere estar más estimulado. Para mí, son textos que hablan a la inteligencia del público. Son estos grandes autores los que no infravaloran a la audiencia, al contrario, no quieren un público anestesiado al que simplemente entretener.

Cuando se enfrenta a un personaje complejo, ¿puede permitirse tener miedo?

No solo es que me lo pueda permitir, es que hay que tenerlo. Yo tengo respeto por el público que viene y por los personajes que interpreto. Y esto, a mí, me produce cierto miedo, la verdad. Impone, es una responsabilidad muy grande. Y con los años cada vez siento más ese respeto hacia el público.

¿Y miedo por su futuro en la profesión?

Bueno, al final esa es la vida del actor. Nadie tiene nada seguro. Hoy haces algo y puede que el año que viene no hagas nada y te toque poner un anuncio en el periódico: "actriz con dos Oscars busca trabajo". Nosotros somos trabajadores intermitentes del espectáculo y dependemos mucho de cosas que no controlamos. Es una profesión muy arriesgada en ese sentido.

Desde fuera, la vida del actor puede llegar a parecer idílica.

Pues la gente tiene que saber que no es así. Yo he pasado muchas épocas en las que he tenido mucho miedo porque no me llamaban. Y luego, de repente, te viene todo a la vez. Te produce una inseguridad inmensa. El trabajo del actor es muy difícil y muy injusto en el que hay que tener una enorme preparación, un enorme talento y, sobre todo, una gran vocación. Porque puedes acabar en la calle, sin dinero y sin nada.

¿En qué momento de su carrera se encuentra ahora mismo?

Yo me encuentro en un momento muy bonito. He encontrado una mayor serenidad como actriz. Tengo menos ambición y más amor por lo que hago. Profesionalmente, es un momento muy bueno: haciendo esta función y acabando de estrenar El caso Asunta en Netflix. Y yo no puedo pedir más, estoy trabajando con personajes maravillosos, en proyectos muy diferentes y con compañeros inmensos.

Las malas lenguas dicen que no hay cabida en la industria para mujeres mayores de 50.

Estamos luchando para que haya cada vez más personajes que reflejen el mundo tal cual es. Ya no solo te hablo de mujeres de 50, sino de señores de 70 años, niños de cuatro... Todo el mundo tiene derecho a verse reflejado en el cine o en la televisión. Yo siempre pienso en el público y poco a poco vamos a intentar seguir en la lucha y que las personas que vengan después de nosotros lo tengan un poquito más fácil.

Es una defensora a ultranza del público.

Porque siento que muchas veces se le subestima. Detesto cuando se habla de lo que el público quiere o deja de querer.

En este sentido, ¿pesa más la oferta de contenidos que la demanda del público?

Es un gran tema ese. Es la pescadilla que se muerde la cola. Hay gente joven a la que educamos. Si a un chaval le alimentas a base de telebasura desde que nace y un día le pones El Padrino, no lo va a entender. Los programadores tienen una responsabilidad absoluta sobre los contenidos que ofrecen.