Crisis migratoria

El drama del limbo legal: setenta y cinco migrantes sobreviven al viaje en patera, pero no pueden ni jugar en un equipo federado

Mayores de edad y en situación irregular, la Fundación Buen Samaritano que los atiende y forma en Añaza lanza un SOS

'Pepe el cura' muestra una de las prendas que confeccionan los propios migrantes.

'Pepe el cura' muestra una de las prendas que confeccionan los propios migrantes. / Arturo Jiménez

Humberto Gonar

Con mucho cariño hago este pequeño llamamiento. Tenemos acogidos a más 70 chicos mayores de 18 años y se nos hace difícil poder cubrir todas sus necesidades. Son gente buena con ganas de salir adelante, que se han jugado la vida para ayudar a los suyos. Son personas sin hogar que estarían en la calle si no les acogiéramos. Si tienes ropa y zapatos de chicos jóvenes en buen estado, te agradecemos tu ayuda.

Lo puedes dejar en cualquiera de nuestras dos parroquias de Añaza y Los Gladiolos. Pero por favor hagamos Caridad con dignidad.

Cosas que estén en buen estado y que puedan tener una segunda vida. Muchas Gracias siempre a quienes nos apoyan. No podemos cambiar el mundo pero si hacerlo un poco mejor.

Este es el mensaje de auxilio que lanza el cura de Añaza, en Tenerife, desde hace diecisiete años, José Hernández (Icod de los Vinos, 1969), quien se bate el cobre por setenta y cinco migrantes mayores de edad que residen en nueve casas de acogida que se reparten entre Santa Cruz, Güímar y Granadilla, con capacidad cada una de entre cinco y dieciséis personas. La paradoja de estos jóvenes, de edades comprendidas entre 18 y 30 años, es que lograron sobrevivir a la travesía en patera en búsqueda de un porvenir mejor pero, por su condición de sin papeles, no pueden si jugar en un equipo de fútbol federados porque no tienen ningún documento oficial que los reconozca hasta que regularicen su situación en España, un trámite que tarda hasta tres años.

"No hay ayuda para estos chicos migrantes irregulares", se lamenta Pepe el cura mientras él pelea por proporcionarles una formación, lo cual se vuelve a convertir en una quimera. La falta de documentación les vuelve a pasar factura y no pueden acceder a cursos de formación, es ahí donde entra en juego precisamente la Fundación Buen Samaritano, constituida en Añaza, fundamental para preparar y proporcionar un oficio aprovechando la labor que desarrollaban en sus países de origen y a sabiendas que es una apuesta segura. "Cuando regularizan su situación, que coincide con que finalizan su período de formación, los empresarios nos los quitan de las manos porque los empresarios reconocen que son trabajadores responsables, porque quieren obtener un sustento tanto para ellos como para ayudar a sus familias, y son una mano de obra para donde más se demanda, el sector primario, caso de la agricultura, así como en lavandería, limpieza, restauración y albañilería". El problema estriba en cómo costear su mantenimiento hasta que regularizan su situación

Pepe el cura explica que los migrantes, una vez queda acreditado que son mayores de edad por la prueba de las manos, son remitidos a un campamento, donde pueden residir un máximo de tres meses, si bien luego quedan en un limbo, pues tienen que acudir a solicitar su asilo para poder acreditar su arraigo social, "y la cita para este trámite nos la están dando ahora para dentro de ocho meses". Ese reconocimiento es solo el primer paso hasta conseguir el reconocimiento que les permita ser contrato. ¿Y mientras?, la multiplicación de los panes y los peces, se responde el sacerdote.

El amparo que encuentran en la Fundación Buen Samaritano es fundamental para quienes están abocados a la economía sumergida y las situaciones de la calle. "Están en un limbo legal, es un drama". De ahí el seguimiento que les realiza la organización.

El día a día

Aprovechando la experiencia desarrollada con los vecinos en los locales sociales de Añaza, desde hace cuatro años se ha abierto las puertas a los migrantes para garantizarle formación. El día a día de cada uno de ellos comienza a las ocho de la mañana, estudiando oficios como carpintería, peluquería o confección, una labor que desarrollan hasta las dos de la tarde. Y desde las 16:00 horas participan en clases de informática, teatro y español.

El inquieto Pepe acompaña al visitante al taller de costura para pedir a los chicos que le den su 'cajita mágica', que coloca sobre la mesa para empezar a mostrar, con orgullo y como si del mejor vendedor se tratara, desde blusones de corte africano a bolsos que elaboran los chicos. "Tienen una habilidad evidente porque ya vienen aprendidos de sus países de origen; son capaces de diseñar y cortar hasta sin patrones, cosen a ojo", explica el cura mientras despliega las prendas.

Si por algo se ha caracterizado este sacerdote es precisamente por desarrollar su labor pastoral fuera de los templos. Junto a la iglesia de Añaza donde desarrolló proyectos como el Centro de Educación Ambiental, que creó junto a Cáritas y los vecinos para formar a jóvenes del barrio, con la capacidad de hacer una auténtica cadena de producción: creó un huerto, utiliza los productos para impartir cocina y a su vez los distribuye en forma de catering en centros... Y eso con el aval de la formación.

Desde enero de 2019 Pepe el cura suma a su encomienda la gestión de la iglesia de Los Gladiolos, en sustitución del recordado canónigo Cristóbal Pérez. Su compromiso con los migrantes comenzó uno de los días que se dirigía al nuevo templo, el 6 de enero de 2020. "Iba camino de Los Gladiolos y por fuera del albergue encuentro a un grupo de chicos porque se les había acabado el tiempo de estar en el Centro de Internamiento para Extranjeros (CIE). Fue ahí donde me paré, fui a hablar con ellos y los invité que vinieran a la parroquia y me contaran qué era lo que estaba pasando. A partir de ahí nos decidimos a montar unas camas y unos colchones y empezar a acoger estos chicos que pasaban por ser menores de edad aunque les habían hecho la prueba y todos les decían que eran mayores de dieciocho años. Así empezó la aventura". De aquellos primeros veinte migrantes ha pasado a setenta y cinco.

Abibo, un periodista en potencia

Entre los migrantes que reciben formación, Abibo, que tiene dos cumpleaños. El primero, cuando vino al mundo en Guinea Bissau y el segundo, cuando llegó en patera a Los Cristianos. Con una sonrisa imperturbable recuerda a su madre y sus cuatro hermanos, a los que dejó atrás en busca de una oportunidad porque su familia no tenía recursos económico. Aspira a establecerse aquí, «no en busca de riqueza, sino también para ayudar a los míos allá». De 18 años de edad, de mayor quiere ser periodista, si bien se forma como carpintero.

Mustafá, el primogénito de siete hermanos

Mustafá dejó también a sus padres en Gambia para lograr un futuro próspero. Llegó el 9 de septiembre de 2023, precisa, para añadir que en su país de origen estudiaba peluquería pero no pudo continuar su formación porque no tenían recursos económicos, hasta el punto que trabajó tanto en esta ocupación como en la agricultura, de albañil, cocinero o electricista... todo con tal de poder costearse su formación. Su ilusión, llegar a trabajar de traductor. "Como soy el mayor, toda mi familia depende de mi", explica.

Boubakar, condenado de forma injusta

Natural de Senegal, Boubakar, de 28 años, llegó a Tenerife el 10 de abril de 2021 en busca de un futuro próspero; dejaba atrás su trabajo en la costura o como cultivador de arroz. Al llegar a Los Cristianos permaneció tres días retenidos en los calabozos de la Policía, hasta que compareció ante el juez y del juzgado... a Tenerife II, condenado de tráfico de personas y por tanto a una pena de dos años y cuatro meses que se incrementó otros cuatro meses porque se le impuso una multa de 720 euros que no pudo pagar. A Boubakar se le acusó de ser el patrón de la patera en la que viajaban 51 personas porque los compañeros de travesía dijeron a la Policía que ayudó a pilotar la embarcación por sus conocimientos al pertenece a una familia de pescadores. La pena a la que se podría enfrentar podría incluso ser superior de haberse confirmado alguna muerte entre los ocupantes de la patera, advierte Pepe el cura.

Cuando ya había cumplido la mayoría de su condena quedó acreditado que fue condenado de forma injusta gracias a la colaboración de unos abogados voluntarios. "¿Quién le paga o le restituye el tiempo que Boubakar pasó en prisión de forma injusta?". Él está más preocupado por poder ganar dinero para ayudar a los suyos.