8-M TODO EL AÑO

María Hervás Moncho, pionera de las transfusiones seguras

Segunda entrega de la serie con la que INFORMACIÓN quiere visibilizar más allá de la celebración del 8-M el papel de las mujeres que han dejado o están dejando huella en la sociedad. Una iniciativa a la que se ha sumado la Generalitat a través de la Conselleria de Igualdad. Coincidiendo con el Día Mundial del Donante de Sangre se trae en esta ocasión a la dianense María Hervás, la única mujer que se licenció en Medicina de 1918 y quien contribuyó a hacer más seguras las transfusiones.

María en la puerta de su laboratorio.

María en la puerta de su laboratorio. / FAMILIA DE MARÍA HERVÁS

Elvira Rodríguez

Elvira Rodríguez

14 de junio. Día Mundial del Donante de Sangre, instituido por la Organización Mundial de la Salud en 2004 para agradecer y poner en valor las donaciones voluntarias no remuneradas y concienciar sobre la necesidad de hacer donaciones regulares para garantizar la calidad, seguridad y disponibilidad de sangre y de productos sanguíneos seguros.

Septiembre de 1937. María Hervás Moncho, nacida en Denia en 1894, es nombrada jefa del Laboratorio de Serología del Instituto de Transfusión de Sangre de Levante, uno de los cuatro existentes entonces en España. Es allí, en Valencia, donde esta médica desempeña un papel crucial en la prevención de enfermedades transmisibles como la tuberculosis, el paludismo y, especialmente, la sífilis. María, la mayor de siete hermanos, es la única mujer entre los 54 alumnos que, en 1918, se licencian en Medicina en la Universidad de Valencia. El año anterior a finalizar su carrera se va como voluntaria al Centre Hospitalier de Vendôme y, un año más tarde, retorna a Francia para perfeccionar sus estudios, gracias a una beca por sus calificaciones extraordinarias, que recibió junto a otros diez recién licenciados de toda España, siendo también la única fémina. En la capital francesa permanece hasta 1926, en el Instituto de Serología, adscrito al Instituto Pasteur, donde coincide con Marie Curie. Durante esta etapa en el país vecino conoce al también médico León Henry Sanlier-Lamark Vassou, con quien se casa en 1919 en Dènia. Sus dos hijos, Regina y Xavier, nacen en París, lugar donde reside hasta regresar a Madrid para doctorarse en 1932 en la Universidad Central; después se traslada a Valencia para formar parte del Servicio de Transfusión de Sangre del Ejército y, una vez terminada la Guerra Civil, vuelve a Francia con su familia. Tras la invasión alemana regresa a Valencia, donde establece un laboratorio de análisis clínicos y sigue investigando con el Instituto Pasteur hasta el final de sus días en 1963.

María, la mayor de siete hermanos, es la única mujer entre los que se licencian en Medicina en 1918

María en la puerta de su laboratorio. | FAMILIA DE MARÍA HERVÁS

De pie: José Hervás, León Henry Sanlier-Lamark, Fernando Miranda -esposo de Regina Hervás- y Tomás Hervás . Sentadas: María, Regina Hervás, Regina Moncho, Inés y Josefa. Abajo: Regina y Xavier, hijos de María. | FAMILIA DE MARÍA HERVÁS / Elvirarodríguez

Vocación

La madre de María, Regina Moncho, nacida en una familia acomodada dianense, había sido «educada en las costumbres de la clase culta y alta a la que pertenecía, estudiaba música, piano, y otras enseñanzas propias de su estatus». Quien esto recuerda es Regina Monsalve Mayáns, sobrina-nieta de María Hervás. Su padre, el valenciano José Hervás, llegó a Denia para ser el médico de la localidad y sus alrededores. José y Regina se casan en 1893. Después de María nace el segundo hijo, José, a quien siguieron Regina, Ana María, Inés, Pepita -abuela de Regina Monsalve- y Tomás. «Cuando llega la hora de elegir su futuro, María quiere estudiar Medicina; su madre le dice que no haga esa carrera por ser su padre médico, que lo elija porque es su vocación. Regina Moncho, una mujer avanzada a su tiempo, quiere que sus hijas sean mujeres autónomas, a quienes anima a estudiar y repite: «Vosotras, independientes siempre, que ningún hombre gestione vuestras vidas». Todos los hermanos, como María, van a la universidad.

En París, 1926, en el Instituto de Serología, adscrito al Instituto Pasteur, coincide con Marie Curie

María ingresa en la facultad de Medicina en el curso 1911-12; al terminar quinto, en el verano de 1917, y siempre con el ánimo incondicional de su madre, que le dice: «con el valencià te arreglarás al principio», se va como voluntaria al Centre Hospitalier de Vendôme, donde está «curando á franceses, á esos bravos franceses que mantienen vivas por su esfuerzo, las más sublimes de las virtudes humanas...», según se lee en una crónica sobre una conferencia en el Ateneo Científico de Valencia, impartida por María Hervás, acerca de su experiencia francesa. Firmado por J.L.E. y publicado en febrero de 1918 en El Pueblo, continúa este artículo -descubierto gracias al historiador Javier Calvo Puig-: «…María Hervás es más valerosa que muchos hombres, si creemos como Tolstoy que el valor es la conciencia y cumplimiento reflexivo del deber á pesar de todo y es una de esas mujeres que hubo en otros países hace algunos años y gracias á las cuales tienen las yanquis una diputada, las finlandesas varias, y las rusas un ministro femenino y una embajadora en Brest-Litowski». Entre otros halagos, y para terminar, se refiere así a la exposición de Hervás: «De una alta significación, además, porque actos como este demuestran que no es sólo en las tablas de un escenario donde puede lucir, graciosa, la belleza de una mujer. En la cátedra y en la tribuna del conferenciante, lucen, quizás más, al contrastar su delicadeza, con la severa gravedad del marco. María Hervás fue muy aplaudida por sus compañeros y maestros, que asistieron casi todos al acto…».

María, José, Regina, Inés, Ana María y Josefa Hervás Moncho.  | ARXIU MUNICIPAL DE DÉNIA. FAMILIA DE MARÍA HERVÁS.

María, José, Regina, Inés, Ana María y Josefa Hervás Moncho. / ARXIU MUNICIPAL DE DÉNIA. FAMILIA DE MARÍA HERVÁS.

María Hervás es la cuarta mujer licenciada en Medicina en la Universidad de Valencia; las dos primeras, las ginecólogas Concepción Aleixandre y Manuela Solís, necesitaron el permiso de las autoridades universitarias para poder matricularse. Tras la Real Orden de 1910 que iguala el acceso de ambos sexos a la universidad, ingresa Pilar Alcón, otra especialista en Ginecología, a la sazón primera colegiada del Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Valencia; siendo la segunda en colegiarse Hervás, que se decanta por Hematología, rama que estudia e investiga en París.

París

María termina Medicina en junio de 1918 con sobresaliente en todas las asignaturas. Con su flamante licenciatura y la beca que le otorga el Ministerio de Instrucción Pública por sus brillantes notas, Hervás regresa a Francia, al Instituto de Serología de París, donde permanece casi una década. Son años muy fructíferos en la lucha antivenérea para esta institución académica, según recogen los investigadores Jon Arrizabalaga y Xavier García Ferrandis en la revista Asclepio, donde reivindican y rescatan el trabajo de Hervás al frente del Laboratorio del Instituto de Transfusión Sanguínea de Valencia. Durante su etapa francesa, María amplía sus conocimientos bajo la supervisión de tres especialistas en sifilografía, tanto a nivel clínico como serodiagnósico: Henri Gougerot, Gaston Milian y Ange-Denis Ronchèse, quienes realizan importantes contribuciones al diagnóstico y tratamiento de enfermedades venéreas; también a la Reacción de Wassermann -desarrollada por August von Wassermann en 1906 para el diagnóstico de la sífilis y a la que Hervás contribuye años más tarde-. A estos colegas se añade quien más influye en la trayectoria profesional de Hervás, el inmunólogo ucraniano-francés Alexandre Besredka. La tesis doctoral de Hervás -Contribución al estudio de la inmunidad local, calificada con sobresaliente, lucía en su portada el sello del Instituto Pasteur y la siguiente dedicatoria: «A mi sabio Maestro el profesor Besredka».

«Nunca pensó que había hecho algo extraordinario, solo le movía el afán de investigar»

Durante la etapa parisina conoce al que sería su esposo, el médico francés León Henry Sanlier-Lamark, dieciséis años mayor que ella. Unas dos décadas después de casarse, viviendo ya en Valencia, «una amiga manda a María un periódico francés en cuya portada aparece su marido con otra mujer. María no se cortó un ápice -recuerda Regina Monsalve-, quien también rememora otra de las sentencias de la madre de María, instalada en su familia para siempre: «Al hombre quiérelo como a un señor, pero trátalo como a un traidor». Hervás hizo obra en la casa y cambió las cerraduras de las puertas principal y de servicio. Cuando llega el marido de Francia, su llave no abre; María manda al criado para que le diga que ha de entrar por la puerta de servicio y que le explique que, tras el muro de separación que había mandado construir dentro de la casa, había una cocinilla y una habitacioncita para él».

A partir de entonces, sigue contando Monsalve, «María, una mujer con las ideas muy claras y con un pensamiento muy independiente para la época, se dedica a la investigación. Él regresa a Francia. Vuelve a veces a España, aunque María vive como una mujer divorciada -el divorcio fue legal en 1981- con sus dos hijos -Regina fallece en Madrid en 2007 y Xavier en Nueva York en 2014-, mantiene su casa y el laboratorio de análisis clínicos en la calle de la Paz».

De pie: José Hervás, León Henry Sanlier-Lamark, Fernando Miranda -esposo de Regina Hervás- y Tomás Hervás . Sentadas: María, Regina Hervás, Regina Moncho, Inés y Josefa. Abajo: Regina y Xavier, hijos de María. | UNIVERSITAT DE VALÈNCIA

Orla de la Facultad de Medicina, 1918. / Universitat de València

Logros

Francia lleva la delantera en la lucha de las enfermedades venéreas; en España, no es hasta julio de 1933, cuando se crea el Instituto Nacional de Venereología. Las cifras de estas afecciones crecieron durante la Guerra Civil, existen datos de militares hospitalizados bajo el diagnóstico «venéreo» de un 5,93 % en diciembre de 1936 hasta llegar al alarmante 18 % en marzo de 1937. Las autoridades sanitarias actuaban en todos los frentes posibles para detener este avance, también recurriendo al cartelismo sanitario. Uno de ellos llamaba a estar «Siempre alerta» frente a la blenorragia, el chancro blando y la sífilis, presentadas como «las tres temibles balas que te amenazan tras el parapeto de la mujer galante» recordándoles: «Te hieren con placer, pero envenenan tu cuerpo para siempre».

Se desconoce cómo María Hervás llegó a ser nombrada capitán médica del Ejército; hasta entonces no hay indicios de estas preferencias y es posible que aquella frase de su madre «Tú estudia, vendrán los rojos, vendrán los azules, pero lo que tú tengas en la cabeza no te lo va a quitar nadie» siguiera resonando en su mente. Como también es posible que aceptara ese cargo por su vocación y afán de involucrarse más aún en «llamar la atención de los médicos y hasta de los Poderes Públicos sobre lo interesante que sería para el porvenir de la raza educar a ésta para que, sin que se crea una ofensa el hecho de descubrir una sífilis ignorada, se le recompense de su liberalidad en ofrecer su sangre con la posibilidad de un tratamiento que pueda evitarle terribles desastres en su familia, y de la locura y parálisis general para él». Estas palabras de María están recogidas en Interpretación y causas de error de la Reacción de Wassermann, publicado en la Revista de Sanidad de Guerra en 1938, que firma ya como jefa del Laboratorio de Serología, y donde vierte las conclusiones de las 1496 pruebas realizadas durante 1937 y 1938. Unos resultados -13% de seropositivos- que, a su juicio, hacen de la sífilis un problema médico-social: mediante los falsos negativos se clasifica como apta para la donación una sangre que está infectada. Hervás asevera entonces que para «el diagnóstico es indispensable practicar, por lo menos, tres reacciones serológicas: una de tipo Wassermann y otras dos más… No contentarse nunca con una sola reacción».

Hervás adora su profesión. En palabras de su sobrina-nieta, «María nunca pensó que había hecho algo extraordinario, a ella le movía su afán de investigar»; sin embargo, en esta fecha y más de sesenta años tras su fallecimiento, se puede afirmar que María Hervás Moncho contribuyó muy eficazmente a prevenir la contaminación de la sangre transfundida por enfermedades transmisibles, altamente prevalentes en su época, haciendo más seguras las transfusiones de sangre -aplicando tres pruebas diferentes de diagnóstico serológico-, y evitando así el miedo reinante a la transmisión sanguínea de la sífilis, que afectaba tanto a los donantes como a los receptores de sangre.