Un aula para no perder las raíces en Alicante

En la Asociación de Vecinos La Voz de la Florida, Fatima Zaidi imparte desde hace más de quince años clases particulares para que los hijos de ascendencia árabe no pierdan el idioma familiar

Clases de árabe para inmigrantes de Segunda y tercera generación.

Pilar Cortés

Lydia Ferrándiz

Lydia Ferrándiz

En el barrio de La Florida, en Alicante, niños y niñas de ascendencia árabe llenan con entusiasmo un modesto salón. Hablan árabe en casa, pero las letras de su legado escrito a menudo permanecen como un misterio. En la Asociación de Vecinos La Voz de la Florida, bajo la guía de Fatima Zaidi, estos jóvenes exploran el arte de leer y escribir en árabe, un acto que no solo educa, sino que además fortalece sus lazos con la cultura de sus antepasados. Entre los estudiantes, no solo se encuentran los que ya conocen la lengua, sino también aquellos cuyos padres son de origen árabe, pero que solo hablan castellano en casa, buscando en estas clases una conexión con sus raíces culturales que de otro modo podrían perderse. 

Desde hace más de quince años, Fátima Zaidi ha consagrado su vida a este propósito, motivada por la necesidad de preservar la identidad cultural y lingüística de las futuras generaciones. "Todo empezó con mi hija Fátima cuando apenas tenía cuatro años, escuché que había mucha gente que enviaba a sus hijos a la mezquita a las clases, pero yo no podía ir, y tuve la idea de buscar un local", recuerda con emoción. "Luego se sumaron mis sobrinos y muchos otros niños del vecindario". Las clases, que se celebran los fines de semana, tanto los sábados como los domingos, acogen a niños desde los cinco años hasta el bachillerato, cada uno de ellos ávido por descifrar los secretos de un idioma que no solo los une, sino que también refuerza su sentido de pertenencia y orgullo cultural.

"Mi madre quería asegurarse de que no perdiera el interés por mi herencia, tanto lingüística como cultural, y lo ha logrado", asegura Fadma Benachour, hija de Fátima, quien decidió seguir los pasos de su madre para convertirse en profesora de árabe. Para ello, curso el Grado en Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad de Alicante y este año se estrenará como profesora de los más pequeños. "Parte de mi gran interés cuando era pequeña es porque íbamos mucho a Marruecos y cuando iba me gustaba enterarme de lo que hablaban los mayores, era un poco cotilla para mi edad", relata Benachour.

Una alumna de las clases de árabe en la Asociación de Vecinos de La Florida.

Una alumna de las clases de árabe en la Asociación de Vecinos de La Florida. / PILAR CORTÉS

Para Fadma Benachour, lo más importante que tienen estas clases es que el programa se adapta a las necesidades individuales de cada estudiante, independientemente de su edad o nivel inicial. "Nuestro objetivo es mantener vivo el interés por nuestra herencia lingüística y cultural. Para ello hacemos actividades que van desde el teatro hasta juegos y manualidades, con las que el aula se transforma en un espacio donde el aprendizaje se entrelaza con la diversión", indicó Benachour.

Lola Ten, presidenta de la Asociación de Vecinos, destaca con orgullo el impacto positivo de estas clases en la comunidad. "Fátima ha sido el alma de este proyecto desde el principio", dice con admiración. "No solo enseña el idioma, sino que también fomenta la solidaridad y el compromiso social entre los jóvenes". Es un lugar donde las lecciones van más allá de las páginas de un libro, donde cada palabra escrita en árabe es un puente hacia el pasado y hacia un futuro más conectado con las raíces de cada estudiante.

Un proyecto que no solo atrae a niños y adolescentes del barrio de La Florida, sino que deja su impronta en otros barrios de la ciudad. "Tenemos alumnos que vienen los sábados y los domingos y que son de barrios más lejanos. Algunos vienen de Virgen del Remedio, Princesa Mercedes, San Blas, Benalúa, San Gabriel el PAU 1 o de pueblos como San Vicente o Sant Joan. Además, no todos son árabes, algunos españoles y extranjeros que viven en la ciudad vienen porque quieren aprender árabe por curiosidad o porque les viene bien para el trabajo, y eso nos encanta", explica Fátima Zaidi.

Una alumna de las clases de árabe en la Asociación de Vecinos de La Florida.

Una alumna de las clases de árabe en la Asociación de Vecinos de La Florida. / PILAR CORTÉS

Aunque reconocen que, pese a las horas lectivas, lo que más cuesta a estas estudiantes es arrancarse a hablar. "Cuando empiezan con las letras no quieren decir nada, tampoco tienen esa habilidad. Es gente que está empezando y el nivel suele ir complicándose. A algunos de nivel alto también les cuesta soltarse y cambian rápido al español, por eso intentamos hacer muchas actividades orales como debates o grupos de teatro para que se suelten", relata Fadma Benachour.

En La Florida, el aula de Fátima Zaidi no solo enseña palabras; enseña la importancia de mantener vivas las raíces culturales, una lección que trasciende generaciones y fronteras. Con cada niño que aprende a leer y escribir en árabe gracias a iniciativas como las de la asociación de vecinos de La Voz de la Florida, se abre una ventana hacia un legado que se niega a desvanecer en el olvido.

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