El MACA recuerda a Manolo Millares

El museo alicantino rinde homenaje al artista canario con algunas de sus piezas, junto a otras de sus colecciones

Este 2022 se han cumplido 50 años de la muerte de Manolo Millares (Las Palmas, 1926-Madrid, 1972), uno de los mejores artistas de la segunda mitad del siglo XX en España y "uno de los más rompedores", cuyo eco aún hoy se percibe en multitud de artistas.

Esta efeméride ha servido de excusa al MACA para realizar su particular homenaje a este creador, protagonista de la renovación de los lenguajes plásticos en los 50 y 60, primero desde el grupo canario Ladac y luego desde el grupo El Paso, del que fue uno de los fundadores.

Así se ha construido Ahora se quedó la prisa quieta, exposición que recoge obras del propio Millares a las que acompañan las de artistas que realizaron sus piezas enmarcadas en la abstracción, desde los pioneros de las vanguardias en París a los informalistas españoles, tal como apunta Rosa Castells, conservadora del MACA y comisaria de esta exposición que se podrá ver en la primera planta del museo hasta septiembre de 2023.

Algunas de las serigrafías de Millares y al fondo obra de otros artistas.

Algunas de las serigrafías de Millares y al fondo obra de otros artistas. / Alex Domínguez

Las últimas serigrafías de Millares

"Hemos querido hacer un pequeño homenaje desde el MACA a esa figura y a su relación con Eusebio Sempere a través de las piezas que guardamos en la Colección Arte Siglo XX", destaca. Entre ellas, Diario de una excavación imaginaria y barroca, "una magnífica carpeta de serigrafías, compuesta por 12 originales, la última antes de su muerte que estampa Abel Martín en 1971; dos piezas que tenemos depositadas de Manolo Millares de la Colección Ars Citerior y una excelente arpillera del fondo Fundación Mediterráneo que se expone por primera vez en el museo".

Esa carpeta es "una de las mejores piezas de serigrafía que estampó Abel Martín. En ese momento está Millares haciendo una especie de caligrafía barroca, como el diario de una excavación con sus dibujitos, donde no se lee nada, donde no se percibe cuál es el mensaje pero que por la belleza que tiene es una de sus mejores piezas".

En cuanto a la arpillera de la Colección Fundación Mediterráneo, "llevabamos tiempo intentando sacar esta excelente pieza que no encaja en otros discursos de la coleccion , pero si en este".

De Miró a Braque

Millares convive además con piezas de Joan Miró, George Braque, Salvador Dalí, Max Ernst, Antonio Saura, Antoni Tàpies, Sarah Grilo, Maryan Pinchas, Georges Mathieu o Jean Fautrier. "Con ese núcleo de piezas hemos construido un relato en torno a las experiencias abstractas sobre su figura", apunta Rosa Castells.

Antonio Gómez Plaza, director técnico de Fundación Mediterráneo, recuerda que la arpillera de Millares "es quizá una de las mejores obras del artista" y que estuvo expuesta en Nueva York antes de que fuera adquirida por la entonces Obra Social de la CAM. "Es la primera vez que se expone en el MACA, ha llegado el momento de enseñarla y ha merecido la pena esperar porque la obra es magnífica".

Eusebio Sempere, Juana Francés y el grupo El Paso son los ejes centrales de la exposición, según el concejal de Cultura, Antonio Manresa. "Este reconocimiento que se le hace en el MACA tiene que ver con estos tres puntos y también con Fundación Mediterráneo y con la Colección Ars Citerior", que gestiona Javier Badenes, sobrino de Abel Martín.

Conciencia social y política

El interés de Millares por la cultura canaria aborigen, la arqueología y la antropología se manifiesta desde sus primeras pinturas emparentadas con el surrealismo, hasta sus pinturas informalistas que rompieron la planitud del lienzo.

La experimentación pictórica con los bastidores de madera, la utilización de una paleta reducida a tres colores: blanco, negro y rojo y la incorporación de la arpillera que cose, desgarra y remienda, mientras desarrolla una conciencia social y política paralela al espíritu de la época, marca toda su producción artística, desgarrada y, hasta cierto punto, turbadora.

El lienzo como campo de batalla en unos años sombríos de cardo y ceniza; la idea de la muerte material, la mortaja, las momias, las tumbas, túmulos y sepulcros, la destrucción misma, son esencia despojada en su obra. Aunque siempre estuvo fascinado por el signo y la grafía, hacia 1970 incorpora en sus obras frenéticas escrituras inventadas desarrollando una extraña caligrafía que pasa del grafiti al arabesco, con reminiscencias barrocas.

Con tinta china y acuarela gris humo, dibuja sobre papeles, dejando volar su pluma ágil, escribiendo palabras, frases, párrafos que recuerdan la caligrafía del siglo XVII, pero en las que no se puede entender nada y menos, el sentido racional del mensaje.