Reportaje

Historia de un colegio de Elche que fue fábrica de calzado y de guerra antes de ser cárcel en la Guerra Civil

El CEIP Candalix, construido sobre la nave de una empresa que data de finales del siglo XIX, atesora una de las instalaciones más singulares de la provincia

El espectacular techo del colegio Candalix de Elche, visto desde el pasillo inferior

El espectacular techo del colegio Candalix de Elche, visto desde el pasillo inferior / Áxel Álvarez

M. Alarcón

M. Alarcón

El CEIP Luis Cernuda, valla con valla con el CEIP Candalix, fueron antiguas fábricas de calzado de Elche. El primero tiene dos años más. En 2024 ha cumplido medio siglo de docencia, mientras nuestro protagonista tiene 48 años. Nació en 1976, aunque vista la fachada de uno y de otro, el profano se puede llevar al equívoco. Teniendo prácticamente los mismos años son dos mundos porque el segundo tiene un pasado que contar, quizá porque no hubo tiempo para su derribo, como con el primero, y puede ser que algo de la vieja fábrica, de calzado y después de guerra, pero también de la cárcel, siga allí presente. Aunque la fachada se conserva tal cual fue como fábrica, a día de hoy, realmente lo llamativo, lo sorprendente, está dentro. Techos enormemente altos, vigas de madera, iluminación, clases más grandes de lo normal, pero también alguna viga de hierro que nadie hubiera puesto en mitad de un aula y que se disimula con material acolchado. Es el fruto de obras de reforma ejecutadas los últimos 88 años donde la imaginación de hasta tres arquitectos y en dos épocas muy distintas lo han convertido en un elemento singular, un patrimonio arquitectónico a conservar que sigue muy vivo. Hay muy pocos centros tan especiales como este en la provincia por su pasado, pero también por su presente.

La biblioteca del colegio Candalix en Elche, con techos de madera y una claraboya

La biblioteca del colegio Candalix en Elche, con techos de madera y una claraboya / Áxel Álvarez

Espíritu fabril

Todos los años, pese a que visto por fuera nadie querría entrar en él, cubre las plazas. Muchos profesores lo eligen para sus hijos, y eso es más síntoma de que se está haciendo todo muy bien que la prueba del algodón. Aunque sigue y seguirá exteriormente recordando a la antigua fábrica que fue, dentro no hay más atisbo de su pasado que la sensación de estar en una enorme nave compartimentada. Se ha mantenido el espíritu fabril de entonces, con las mismas ventanas con mallas de hierro, con ese techo de madera de pino, incomparable y enorme, que sirve como aislamiento término y acústico.

Todo en él parece diferente, aunque tenga problemas parecidos a los del resto de colegios. Como esas temidas aulas que si miran al norte pasas más frío en invierno y calor en verano, admite con una sonrisa su directora, Lara Martínez. Su ubicación, en el centro del Palmeral Histórico declarado por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, lo hace más privilegiado. 

Techos de pino a dos aguas, clases amplias y luminosas, junto a una garita para vigilar presos

El imponente aspecto de la nave central, lucernarios y clases bajo el techo de madera

El imponente aspecto de la nave central, lucernarios y clases bajo el techo de madera / Áxel Álvarez

La responsable educativa solo ven ventajas asegura que están a un paso con los niños en cualquier lugar del cogollo de la ciudad: la Glorieta, el Ayuntamiento, la Plaça Baix,... pero especialmente del Parque Municipal, el pulmón verde ilicitano, de sus palmeras, estanques, patos y palomas, un jardín natural que abrió sus puertas 12 años más tarde que la antigua fábrica. 

Guía de la arquitectura

Este año se cumplen 90 de la construcción que ha llegado hasta nuestros días, aunque el origen del edificio está datado a final del siglo XIX o principio del XX, asegura el arquitecto Gaspar Jaén en su Guía de la Arquitectura de Elche. Fue la «Fábrica del Sord», dedicada al trenzado de suelas de alpargatas, propiedad de Sebastián Macià a quien sucedió en el negocio su viuda (como Viuda de Macià). De la ampliación de 1934 de la nave original y de su reforma se encargarían dos jóvenes arquitectos, Antonio Serrano Peral y Santiago Pérez Aracil, juntos, al parecer, por imposición republicana. Dos años más tarde, con la llegada de la Guerra Civil, la fábrica sufrió otra reforma, a cargo ya solo de Pérez Aracil, para adaptarse a la producción de material bélico. Y más tarde, en febrero de 1942, fue Serrano Peral el que volvió a intervenir, en este caso para ejecutar un proyecto de «Cámara de desinfección en la prisión fábrica-2».

Fachada oeste del colegio Candalix, que es la de una antigua fábrica

Fachada oeste del colegio Candalix, que es la de una antigua fábrica / Áxel Álvarez

El arquitecto Serrano Bru dirigió a las brigadas municipales para la rehabilitación en el año 1976

De entonces, de su etapa como cárcel, quedan la garita encima de una terraza interior, a la que se accedía por una escalera exterior. Aquellos años cambiaron su fisonomía, con más cuerpos acompañando a una arquitectura industrial de grandes naves cubiertas con tejado a dos aguas y motivos ornamentales en los extremos. Dice Gaspar Jaén que «esta superposición de una arquitectura culta y otra popular dio origen a un magnífico conjunto de cuerpos prismáticos, con una clara y bien estructurada disposición en las ventanas de las cornisas y otros remates».

Uno de los pasillos del colegio Candalix, donde se observan volúmenes y alturas

Uno de los pasillos del colegio Candalix, donde se observan volúmenes y alturas / Áxel Álvarez

Una parte escolar protegida dentro del Palmeral de Elche desde 1973

Hace algo más de medio siglo que el suelo tanto del Luis Cernuda como el Candalix están considerados como «Protección del Palmeral» de uso escolar, tal y como figura en el Plan General de Ordenación Urbana de 1973. El primer centro también había sido una fábrica, de la que no se rescató nada para construir las instalaciones educativas. De hecho, abrió al año siguiente como colegio de Educación General Básica. Fue en 1974. Ahora mismo, precisamente, ha estado celebrando la comunidad educativa sus 50 años de vida después de haber sido también la sede del primer instituto de enseñanzas medias que tuvo la ciudad de Elche y precursor del IES La Asunción. En aquel año también se protegió, pero ya con lo que iba a ser el nuevo uso, la todavía fábrica del Sord, que ya se encontraba cerrada y en un estado de abandono, pero que se ya había adquirido por expropiación para darle un uso escolar que llegaría al cabo de tres años.

No solo estaban en la zona estas dos fábricas, había otras, en mitad de huertos de palmeras. La mayoría, instaladas allí por la proximidad con la estación del ferrocarril desde mediados de los 50. En 1982 el edificio del CEIP Candalix también se incluyó en el catálogo municipal de edificios protegibles por sus innumerables valores patrimoniales. 

En 1944 volvió a ser fábrica hasta su cierre, en 1974, tras ser expropiada por el Ayuntamiento el suelo se calificó como escolar. Dos años más tarde se hicieron obras de reforma para acondicionarla como escuela. El responsable fue un tercer arquitecto: Antonio Serrano Bru, hijo del anterior, y, aunque se anunció como «provisional», tendría hasta 32 unidades. El primer nombre que le dieron fue Ruiz de Alda, en memoria de un aviador falangista fallecido en la contienda bélica. En 1979 pasó a ser ya Candalix.

Una de las aulas del Candalix, con techos abovedados y ventanas de fábrica

Una de las aulas del Candalix, con techos abovedados y ventanas de fábrica / Áxel Álvarez

Paredes maestras

«Las paredes maestras, los cerramientos y la cubierta eran sólidas y estaban bien construidas y no necesitaron de ninguna consolidación. Volver a poner el tejado, picar y enlucir los paramentos exteriores y restaurar remates, cornisas y canalones fue suficiente para obtener un recinto con suficientes garantías para organizar el espacio interno», recogió Gaspar Jaén de Serrano Bru sobre un proyecto cuyo objetivo era no desvirtuar el espacio general que determinaban paredes y cubiertas. «Puse las áreas educacionales en las antiguas naves de producción y las áreas de servicios en las oficinas de la fábrica. El espacio central quedó para las funciones comunes o de grupo. Exteriormente, introduje solo las modificaciones precisas para entrar al edificio. La actuación más drástica fue aumentar la altura de los vanos de la nave principal para permitir la iluminación de las aulas superiores. El resto fue solo restaurar remates, canalones y bajantes, pintar la madera y estucar los paramentos. Las obras fueron realizadas por la misma brigada municipal de obras».

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