Hércules CF

50 años del Rico Pérez: Paco y Pepe, dos incunables

El documental de INFORMACIÓN sobre el medio siglo de vida del estadio del Hércules es también un homenaje a la labor del arquitecto que lo ideó, Francisco Muñoz Llorens, y a la del presidente que lo hizo posible: José Rico Pérez

José Rico Pérez y Francisco Muñoz Llorens sostienen los planos del estadio del Hércules.

José Rico Pérez y Francisco Muñoz Llorens sostienen los planos del estadio del Hércules. / Perfecto Arjones

Ramón Pérez

Ramón Pérez

Si en un partido del Hércules de los años setenta alguien levantara la vista hacia el palco no encontraría ni a su presidente ni a uno de sus directivos estrella, arquitecto también del nuevo estadio. El primero, José Rico Pérez, resguardado en el vestuario, interpretando ruidos y gritos hecho un manojo de nervios. Eso ha sido un gol en contra, esto otro es que acabamos de fallar una imperdonable. Se haría experto, como luego también nos hicimos otros viendo el codificado del Canal Plus. El segundo, Francisco Muñoz Llorens, de pie, pululando entre la grada, sin rumbo fijo y con un cigarrillo entre los dedos. "Pocas veces se sentó en su butaca", cuenta entre risas hoy su hija Belén. "Paco, por favor, que es solo fútbol, vuelve entero", le decía a Muñoz Llorens su mujer Lola antes de cada partido. Esta es la historia de Pepe y de Paco, de dos incunables del Hércules, de dos pioneros, de dos culpables.

Culpables de que ahora celebremos los cincuenta años de un estadio, el Rico Pérez, la casa del Hércules, el club de sus desvelos. Culpables del documental que ha parido INFORMACIÓN y que se estrena este viernes, 14 de junio, en el Teatro Principal y con el que se recuerda aquella inauguración de agosto de 1974, pero también la imborrable figura de estos dos alicantinos cosidos a jirones, dos adolescentes durante la Guerra Civil, dos represaliados, dos hombres hechos a sí mismos. Dos imprescindibles de nuestra historia.

Huérfano prematuro

José Rico Pérez nació en Daya Nueva en 1918, pero pronto se quedaría huérfano de padre y madre y marcharía a San Vicente del Raspeig. Allí lo acogió primero una hermana mayor, aunque luego lo criaría el "iaio" Andrés, un contratista de obras que le enseñaría el oficio. En 1920, casi al mismo tiempo, Francisco Muñoz Llorens nacía en la calle Montengón, en pleno casco antiguo de Alicante. Era hijo del pintor y constructor de fogueres Muñoz Gosálbez, luego depurado por el Régimen. A Rico Pérez y Muñoz Llorens les pilló el conflicto bélico: uno, a la Batalla de Madrid; el otro, al frente de Belchite. Lo pagaron. Pasaron por los campos de trabajo, pero tuvieron una segunda oportunidad.

En el Valle de los Caídos, uno de los jefazos de los sublevados dijo un día: "¿Alguien entiende de planos?". "Yo los sé interpretar", respondió Rico Pérez, al que apodaban "el chiquillo". Algo parecido le pasó a Muñoz Llorens, que marchó a la guerra cuando era oyente en la carrera de arquitectura en Madrid, con apenas 17 años, en el célebre reemplazo de la Quinta del Biberón. "Lo mandaron a diseñar trincheras", cuenta su hija. Una carambola, sus conocimientos en el campo de la construcción les alejaron del peligro más letal.

José Rico Pérez, en una imagen tomada en 1974, durante la construcción del estadio del Hércules.

José Rico Pérez, en una imagen tomada en 1974, durante la construcción del estadio del Hércules. / Perfecto Arjones

Rico Pérez regresaría a San Vicente para continuar trabajando con el ‘iaio’ Andrés. Participó en la creación de la subestación eléctrica del municipio y después, con Hidroelétrica, en la construcción de presas y producción de energía eléctrica. Después ya se afincó en Alicante, en la calle Maestro Caballero, y comenzó a trabajar como promotor y constructor.

Por su parte, Muñoz Llorens volvió a Madrid y comenzó sus estudios de arquitectura, ya como alumno a todas luces, sin el rango de oyente. Fue aquello todo un esfuerzo para sus padres, que siempre supieron que su hijo lo llevaba en la sangre. "Jo vull ser ‘albañil, però dels que manen", le dijo a su madre con siete años al ver una obra por la calle. Cuando terminó la carrera regresó a Alicante y de inmediato comenzaría a construir edificios singulares que aún hoy siguen en pie.

El arquitecto Francisco Muñoz Llorens, retratado en 2001.

El arquitecto Francisco Muñoz Llorens, retratado en 2001. / KAI FORSTERLING

En una de sus primeras obras, en 1949, ya dejaba patente su sello con el primer balcón-terraza de la ciudad. Luego llegarían infinidad de proyectos: la Torre Provincial, la Finca Adoc, el Riscal, el Hotel Maya… En los cincuenta entró en el Ayuntamiento, donde sería teniente de alcalde, concejal o arquitecto municipal durante años y sería el culpable del diseño que hoy luce la Explanada tras una visita a Lisboa con el alcalde Agatángelo Soler. También sería el encargado de redactar el plan urbanístico para la Benidorm que hoy conocemos. En 1962 asumiría la presidencia del Hércules casi por imperativo legal.

Vidas laborales paralelas

Los negocios urbanísticos unirían su camino con un Rico Pérez al que desde joven también le había picado el gusanillo del Hércules, al que iba a ver desde San Vicente en su ISO moto. El constructor entró a formar parte de la Peña Herculana y años más tarde, en 1971, asumiría la presidencia del Hércules tras la interinidad de Vidal Masanet. "Cuando entré y vi lo que había, me asusté", revela Rico Pérez en un vídeo incluido en el documental. Una vez en la poltrona presidencial, recogió un viejo deseo del Hércules, la construcción de un estadio en propiedad y con más facilidades que el de La Viña. Una década antes, con Ferrer Stengre en la presidencia, el club había comprado unos terrenos en San Blas gracias a la labia de Muñoz Llorens, que convenció a la propietaria, la señora Llaudet.

El mal momento del club a finales de los sesenta propició que aquello fuera a parar a manos del Ayuntamiento, pero el inmovilismo y la recuperación económica del Hércules devolvió los terrenos al club por insistencia de Rico Pérez y con la inestimable colaboración de la Caja de Ahorros. Vinieron recortados porque parte de aquella extensión sería municipal, donde se construirían el pabellón o la piscina. Vendida La Viña y allanado el terreno burocrático por parte del alcalde Malluguiza, el Hércules proyectaba un nuevo estadio. "Era el gran sueño de mi padre", cuenta en la actualidad Andrés Rico, hijo del presidente.

José Rico Pérez y Francisco Muñoz Llorens se estrechan la mano en la inauguración del estadio en 1974.

José Rico Pérez y Francisco Muñoz Llorens se estrechan la mano en la inauguración del estadio en 1974. / Perfecto Arjones

Ese sueño lo pasaría al papel Muñoz Llorens, en quien Rico Pérez depositó su total confianza. "Lo tenía ya en la cabeza, Paco es el autor del Rico Pérez, el Hércules tenía siempre prioridad en su despacho", cuenta Andrés Rico. En apenas un año el estadio se construyó, la asamblea decidió ponerle el nombre del presidente y su inauguración coincidiría con el ascenso a Primera del equipo.

La historia que sigue es conocida: el Hércules se asentaría en la élite y José Rico Pérez se convertiría en el gran presidente de la entidad, respetado en el fútbol español y querido por propios y extraños. Dejaría la presidencia a mediados de los años ochenta y fallecería en 2010. Por su parte, Muñoz Llorens no dejaría su despacho de la calle San Fernando hasta 2004, un año antes de morir. Ambos levantaron hace cincuenta años un estadio que ya no le pertenece al Hércules –no sabemos por cuánto tiempo– y que hoy sigue en pie, pese a que nadie se preocupó luego de mantenerlo con la dignidad que mereció.