Opinión

Renfe y ADIF de espaldas a Alicante

Estación de Renfe.

Estación de Renfe. / EUROPA PRESS

Durante siglos y hasta fechas bien cercanas, la Iglesia católica realizaba la llamada “misa Tridentina”, aprobada por el Concilio de Trento en 1570. Esta misa se desarrollaba en latín, lengua culta pero alejada y desconocida por el pueblo, con la particularidad de que toda la liturgia se celebraba de espaldas a los feligreses, “ad orientem”, al considerarles como seres inferiores. Fue con la llegada del Concilio Vaticano II, en 1962, cuando se modificó esta tradición arcaica para permitir que las misas se pudieran celebrar en el idioma de los fieles y de cara al pueblo.

Sin embargo, Renfe y ADIF actúan y se mantienen de espaldas a los viajeros de Alicante desde hace tiempo, en el sentido metafórico, pero también real de la expresión. De hecho, muchos viajeros que se dirigen hasta Valencia están habituados a viajar de espaldas, ad orientem”, con el argumento de que Alicante es estación término y allí, en Valencia, el tren encarrila correctamente su sentido de marcha hacia Barcelona, como si el billete de los alicantinos no diera derecho a viajar correctamente.

Pero más allá de esta anécdota, Alicante acumula tantas y tantas discriminaciones, injusticias y arbitrariedades de Renfe y ADIF que pareciera existir la consigna de actuar de espaldas y en contra de Alicante y los alicantinos.

Es difícil encontrar una peor comunicación histórica por ferrocarril entre dos capitales de provincia tan importantes como Alicante y Murcia, con un trayecto en vía única, no electrificada y en algunos tramos con traviesas de madera, utilizando trenes decimonónicos a gasoil. Por si fuera poco, este tramo es el mismo que conecta la segunda con la tercera ciudad más pobladas de la Comunidad Valenciana, Alicante y Elche, que juntas rondan los 600.000 habitantes pero que tienen una pésima conexión por tren, tanto en horarios y frecuencias, como en trayecto y vehículos utilizados.

Pero mucho más infame es la penosa comunicación que Alicante mantiene con València, algo que parece no preocupar a nadie a pesar de su papel fundamental para la vertebración territorial de nuestra comunidad. El último tren en día laborable desde Alicante a València sale a las 18:37 horas unos días y a las 19:20 otros, como si a partir de entonces el mundo se acabara. ¿Es lógico que para viajar de Alicante a València un sábado el último tren salga a las 18:37 de la tarde? Y con solo siete conexiones al día, junto a una importante reducción de trenes Euromed. Como siempre hay clases, para venir desde València, el último tren sale de allí a las 21:12, un horario que tampoco es para tirar cohetes y que obliga a muchas personas a utilizar vehículos particulares. Sin hablar de los sistemáticos y continuados retrasos a los que se han habituado los usuarios, cuyas quejan son continuadas.

A todo ello hay que sumar otras muchas decisiones poco respetuosas hacia Alicante a las que ya nos hemos acostumbrado y vemos casi con normalidad, asumiendo que siempre estaremos discriminados. Como la inexistente conexión por tren con uno de los principales aeropuertos de España, a pesar de que la vía pasa a unos pocos cientos de metros, o el que se levantara en Alicante una de las más feas estaciones de Alta Velocidad de España, un amasijo de chapas y vigas metálicas a modo de nave de polígono industrial, o que nos pusieran los antiguos trenes de la línea de alta velocidad Madrid-Sevilla en el inicio de la conexión de nuestro AVE con Madrid, mientras al resto de ciudades llevaban convoyes nuevos y recién comprados.

Y así, van pasando los años, acumulando más y más decisiones de Renfe y ADIF de espaldas a Alicante, como si tuviéramos que asumir de manera callada y resignada cuantas ocurrencias tienen sus directivos contra esta capital. Insisto, capital, porque Alicante, a pesar de ser capital de provincia y reunir en su área de conurbanización cerca de medio millón de habitantes, sin contar con Elche, carece prácticamente de red de cercanías que merezca ese nombre. Porque la línea entre San Vicente y Alicante ni siquiera alcanza a llamarse de cercanías.

Mucho se está hablando, también, de la decisión de Renfe y ADIF de trasladar un buen número de circulaciones del AVE de la estación de Atocha a Chamartín. Las redes sociales están repletas de fotografías de viajeros procedentes de Alicante con las penalidades a las que les obligan a pasar en Chamartín. Pero no se está hablando de que, para muchos viajeros de Alicante, da igual dónde pare el AVE en Madrid ya que el precio del billete ha alcanzado un precio tan elevado que se ha convertido en algo imposible para personas con sueldos como los que tienen la mayor parte de trabajadores. Así lo relatan decenas de usuarios en redes sociales como Twitter, con mensajes como el de @chambelan5: “lo de @Renfe es un escándalo insoportable. 150€ i/v a Villena (ni siquiera hasta Alicante) un fin de semana… ¡Para dentro de 3 meses! Que no sea billete de última hora. Y por supuesto ese precio sin cambios, cancelación ni selección de asiento”.

Como hizo la Iglesia en su día, falta que Renfe y ADIF decidan actuar de cara a Alicante, en lugar de hacerlo a sus espaldas y contra todos nosotros.