Opinión

La Montañeta: el cerro, la plaza, los recuerdos

 En Alicante, el cerro de san Francisco, llamado popularmente "La Montañeta", era una loma de entre 18 a 20 metros de altura, en la que estaban varios torreones levantados como defensa de la ciudad durante la Guerra de Independencia Española, también había unos molinos, viviendas insalubres y cuevas habitadas por gente de muy pocos recursos. Ocupaba un espacio comprendido entre las calles de Alfonso el Sabio, Federico Soto, Jerusalén y Navas, siendo una barrera natural que separaba el centro histórico del recién creado ensanche de la ciudad, por lo que el Ayuntamiento se planteó derribar el montículo y la transformación del espacio que ocupaba, proyectándose además una nueva plaza, que se llamaría de “La Montañeta”, en recuerdo de aquel cerro. Así, a partir de 1931 comenzaron las obras, aunque las contrariedades económicas y los avatares políticos obstaculizaron su ejecución, que fue suspendida por completo durante la Guerra Civil. Pero, finalizada la contienda, se continuó con un proyecto que era vital para el desarrollo urbano de Alicante. En 1941, este Diario INFORMACIÓN anunciaba “la desaparición de la mayor parte del macizo rocoso que desde hacía siglos venía entorpeciendo el natural necesario ensanche en aquella zona tan céntrica”. Así, se nivelaron grandes parcelas de terreno, la calle Colón se prolongó hasta la avenida de Soto, se amplió la calle del Pintor Agrasot y se demolió el último torreón del cerro. El nuevo arquitecto municipal, Félix de Azúa Gruat, redactó la transformación del proyecto de la naciente plaza, disponiéndola cuadrangular, cerrada y sin pórtico, situando en su centro una fuente también de forma rectangular y que le agregaba un toque de encanto. Pero como finalmente la plaza no acabó de cerrarse por el frente sureste, está conectada con la de Calvo Sotelo. El diseño de la plaza de “La Montañeta” y el de los edificios oficiales que la rodean tiene un característico aspecto neoclásico, tan del gusto de la primera etapa franquista. En ella se encuentran las principales sedes administrativas del Gobierno de España, como la Subdelegación del Gobierno, la sede provincial de la Agencia Tributaria o la delegación provincial del Ministerio de Justicia, también la parroquia de Nuestra Señora de Gracia, abierta al culto en 1951 para sustituir al desaparecido convento de San Francisco. En mayo de 1949, el edificio del Gobierno Civil, actual Subdelegación del Gobierno, fue inaugurado por el jefe del Estado, Francisco Franco, y a partir de entonces la plaza pasó a denominarse como "del Caudillo"... Y así continuó hasta que, llegada la democracia, recuperó su nombre primitivo: “La Montañeta”. Entre 1970 y 1972 la plaza fue vaciada para crear un amplio estacionamiento público subterráneo, lo que la convierte en una opción conveniente para aquellos que prefieren dejar el coche en casa y disfrutar de un agradable paseo por sus alrededores, en los que la presencia de numerosos comercios, como joyerías, tiendas de ropa, zapaterías y también cafeterías y restaurantes, brinda a los visitantes una amplia gama de opciones para satisfacer todas sus necesidades y gustos. Porque la Plaza de la Montañeta es un lugar lleno de vida, punto de referencia ineludible en Alicante. Además, tradicionalmente en esta plaza se instala en fechas navideñas el admirado belén que realiza la Asociación de Belenistas de Alicante.

Como curiosidad, durante los años 50 en la calle Navas estaba el colegio de las RR. MM. Carmelitas, lindando con tramos aún no aplanados de La Montañeta. Y contaba mi madre que al llevarme cuando tenía tres años por primera vez a esa escuela desde mi domicilio en La Rambla, en el callejón de Artilleros lloraba diciéndole “mala, que eres una mala”, a lo que ella, sofocada, aclaraba “porque lo llevo al colegio me llama mala”. Aunque parezca increíble, no he olvidado que la buena monja carmelita que tuve de maestra entonces se llamaba Marcelina. Justo detrás de las Carmelitas, colindando con Ángel Lozano había un espacio todavía sin desmontar en el que, como en sueños, recuerdo se instaló el Circo Americano con un espectáculo que rememoraba al famoso Búfalo Bill. Y a la derecha, entre Pascual Pérez y Ángel Lozano se encontraba el Cine Iris Park, de verano y de estreno, que estaba en alto, ubicado todavía en un sector de la zona aún sin rebajar. Allí, en invierno, se instalaban teatros ambulantes a los que me llevaban para ver obras como “Mancha que limpia” de Echegaray, “La segunda esposa” de Calderón de la Barca, “Marianela” de Pérez Galdós, pues el teatro era en aquella época el principal motivo de entretenimiento cultural, junto al cine y la radio. También se ponían en el Iris Park circos de aquellos tradicionales, con sus trapecistas, funambulistas, malabaristas, magos y toda clase de animales: caballos, chimpancés e incluso leones… Y la clásica pareja de payasos: el “augusto” y el “clown”, tocando la trompeta y el saxofón, que hacían las delicias de la chiquillería. Hasta se organizaban combates de boxeo…

Porque eran tiempos diferentes, con evocaciones y recuerdos inigualables e imperecederos, irrepetibles para mí como es el paso de los años. Con todo lo malo y lo hermoso que la vida nos depara ineludiblemente.