Opinión | ESCALERA HACIA EL CIELO

Je t’aime moi non plus

En una época de sexo fluido y sesos diluidos, el Estado recaba información entre sábanas y poliamor

Integrantes de una relación poliamorosa acostados en una cama.

Integrantes de una relación poliamorosa acostados en una cama. / Imagen de pikisuperstar en Freepik

Érase una vez una periodista sevillana que no sabía diferenciar una oveja blanca de una negra, y que cada tarde participaba en un magazine radiofónico al frente de la sección de Deportes. Fue en esa época, durante los noventa, cuando los futbolistas, con demasiado tiempo libre y estragados de contar billetes, empezaron a convertirse en lo que son hoy día: estrellitas hipermusculadas y supertatuadas.

La portada de un diario deportivo con el apolíneo torso desnudo de una de estas divas provocó que el director del programa, amén de documentalista musical de la emisora, recurriera a la famosa canción de Serge Gainsbourg y Jane Birkin, “Te amo, yo tampoco”, para debatir bromeando sobre el tema.

No falla. Cada vez que se habla de sexo, suena je t´aime moi non plus.

Pues resulta que aquella periodista sevillana ya sabe diferenciar una oveja blanca de una negra, y hasta se ha convertido en patóloga ovina barra fiel defensora de la nacionalización del sector primario barra opositora a esta sociedad industrializada barra el guardián de mi hermano barra seriamente intrigada con el currículum de ciertos activistas de la Deep Ecology.

Por eso mismo, y porque quienes me conocen saben que estudié en el colegio e instituto de una base militar del Ejército del Aire, me han hecho llegar con denodada insistencia varias noticias relativas a los ocho casos, conocidos hasta la fecha, de infiltración de miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en movimientos sociales y ecologistas de Cataluña y Madrid, con el fin de realizar labores de inteligencia y recabar datos.

La noticia más calentita es la de un tal Dani, más conocido como el poli del amor, que de repente se ha vuelto amorosamente trending topic. Porque este madero de buen ver, una vez infiltrado, y con la venia del dichoso poliamor, se ha zumbado a ocho activistas catalanas de diversos movimientos sociales, como plataformas anti desahucios, okupas, anticapitalistas o indepes.

Y una vez que se han enterado de que el cariñoso activista que aparentaba ser no era sino “un fascista” infiltrado, cinco de ellas le han denunciado por acoso, abuso, violación, contra la integridad moral, de revelación de secretos y de impedimento del ejercicio de derechos cívicos. Porque ellas nunca dieron su consentimiento.

En realidad, sí que consintieron. Pero con quien creían que era un tío super enrollado, un emancipado practicante del poliamor. Por su parte, la Fiscalía no ha visto delito sexual, porque las relaciones “no eran asimétricas”, y las querellantes las aceptaron “libremente, sin violencia e intimidación”. Así que se ha opuesto a investigar al agente infiltrado, en lo que denomina como “una técnica de investigación policial”.

Otra noticia llamativa es la de una guapa policía infiltrada en el movimiento ecologista Extinción Rebelión de Madrid. Quien habría confraternizado en modo tierno con varios de estos defensores de la naturaleza, que no la denunciaron por acoso, abuso ni violencia sexual. Porque los hombres son muy masculinos y machotes. De ellos se presupone que siempre están dispuestos, no tienen que consentir.

Sería demasiado humillante que unos tiarrones denunciaran violación.

Creo recordar que tampoco los policías y guardias civiles a los que se zumbaba la etarra Idoia López Riaño, alias La Tigresa, con el fin de sonsacarles información reservada, la denunciaran en su momento por violación. Ni negaran haber dado su consentimiento.

El problema no son las labores de infiltración sexual como modo de recabar información, habituales en cualquier Estado democrático y de Derecho, común también en los tejemanejes del espionaje internacional desde que el mundo es mundo. Qué sería de Bond James Bond. El problema es que entre sábanas y poliamor, los miembros y las miembras de estos movimientos sociales y ecologistas, hayan cantado por alegrías, bulerías y hasta por seguiriyas.

Porque hubo un tiempo en este país, no hace tanto, durante la terrible represión de la dictadura franquista, en que los recios militantes comunistas, sometidos a brutales interrogatorios en las comisarías, preferían dejarse despedazar por sus torturadores antes que denunciar a un camarada.

Llegado el caso, si reconocían que no lo iban a conseguir, optaban por aprovechar un descuido para saltar por la ventana o arrebatar el arma a sus captores. Elegían suicidarse antes que hablar. Porque además, quien conseguía sobrevivir y salir libre a la calle, era repudiado y aislado socialmente. Se daba por sentado que era un pusilánime, un débil y un soplón.

Lo que resulta obvio es que en esta época de sexo fluido y sesos diluidos, empantanados con tanta autodeterminación sexual, queer, binaria, lgtb i+, cisheteronormatividad, trans, más lo que se siga inventando, lo que no saben las actuales generaciones es guardar un secreto.

Ha bastado con que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado les infiltraran unos cuantos agentes de buen ver, para que empezaran a soltar por la boquita datos, nombres o acciones pasadas y futuras. Peor todavía, después, en lugar de asumir las consecuencias de sus errores y sentirse avergonzados, han procedido a hacerse las víctimas.

Y luego les entra ansiedad y lloriquean si se les acusa de ser de cristal…

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