Opinión | El trasluz

Una vida repleta de sentido

Una imagen de Froilán de Marichalar.

Una imagen de Froilán de Marichalar. / EP

Querido Felipe Juan Froilán de Todos los Santos de Marichalar y Borbón: el mundo es un caos. Lo demuestra, entre otras mil calamidades, el hecho de que seas el cuarto en la línea de sucesión a la corona. Ignoro qué número hago yo, pero supongo, por pura lógica, que todos los españoles ocupamos un puesto en esa lista de espera, pues podemos vivir sin otras cosas, pero no sin jefe de Estado. Para que tú reines, en fin, sólo tendrían que faltar tres personas. Para que reine yo, ni idea: no me he preocupado de averiguarlo. En todo caso, renuncio a ese derecho, abdico en favor del siguiente o la siguiente. Espero que, en justa correspondencia, tú hagas lo mismo. Sería un detalle que el pueblo llano apreciaría.

No te negaré que en otro tiempo desarrollé hacia ti una agresividad, en parte gratuita, que se ha ido debilitando con los años. Hoy te considero el Rimbaud de la monarquía. Te respeto por eso. Después de todo, has hecho lo que has podido con lo que hicieron contigo. Decía Ortega que uno era uno y sus circunstancias. Creo, sin embargo, que cuando las circunstancias, como ocurre en tu caso, son extraordinarias, el yo desaparece anulado por ellas. Tú eres sólo tus circunstancias. Punto. Cuando recuerdo el traje (o lo que fuera) que te obligaron a lucir en la boda de tu tío, el actual rey, me hago cargo de las patadas que le has dado al buen gusto (además de a tus primas).

Ahora bien, que apenas tengas yo, no significa que carezcas de ego. Son cosas distintas. Tú tienes ego, y mucho, tanto quizá como tu madre, Elena, y como la influencer de tu hermana, Victoria Federica Etcétera. Estoy casi seguro de que, si renunciaras a parte de ese ego, lograrías recuperar fragmentos del yo que te ha sido arrebatado por las penosas condiciones de tu proceso de maduración. Piensa que con ese yo podrías hacer algo en la vida. No digo que te convirtieras de pronto en físico nuclear o en cardiólogo, pero sí quizá en un tipo amable, simpático, curioso. Ese yo sería suficiente para que comprendieras el disparate de ser el cuarto en la lista de espera y el daño que ocasionarías a España de cumplirse las condiciones sucesorias que te condujeran al trono. Y ya, solo con eso y la renuncia consiguiente, tu vida estaría justificada. Habría estado plena de sentido. Enhorabuena.