Opinión

Europa: ¿España pesará menos?

La presidenta de la Comisión Europea y aspirante a la reelección, Ursula von der Leyen, en la cumbre sobre la paz en Ucrania celebrada este fin de semana en Lucerna.

La presidenta de la Comisión Europea y aspirante a la reelección, Ursula von der Leyen, en la cumbre sobre la paz en Ucrania celebrada este fin de semana en Lucerna. / EFE

Enrico Letta, presidente de la Fundación Jacques Delors y exprimer ministro de Italia afirma: “Hasta el 7 de julio, segunda vuelta de las elecciones francesas, todo juicio sobre Europa está en suspenso”. Todos, pues, pendientes de París.

Pero mientras el calendario europeo no se para: cena informal del Consejo Europeo (los 27 jefes de Gobierno) el martes 18 y cumbre europea el 27 y 28 de junio. Y de ahí debería salir la propuesta para presidir la Comisión, que luego irá al Parlamento Europeo, la del propio Consejo y la del Alto Representante de la UE, hasta ahora Josep Borrell.

El tradicional eje París-Berlín tiene menos empuje porque el “feeling” entre el apasionado Macron y el frío Scholz es mediocre y por las recientes europeas. El SPD ha tenido su peor resultado en unas elecciones en toda Alemania y ha sido superado por la extrema derecha de la AfD. Pero el primero ha sido el CDU. Si el SPD pierde las elecciones del 2025, el partido de Angela Merkel (menos merkeliano) volvería a gobernar. No hay luz roja en Berlín, pero si en París, donde si Marine Le Pen gana las legislativas habrá un terremoto.

Si Francia y Alemania pierden “garra”, los otros tres grandes países de la UE -Italia, España y Polonia- deberían beneficiarse. Pero mientras Giorgia Meloni y Donald Tusk salen reforzados al haber ganado, Pedro Sánchez no está al alza porque ha perdido. Por eso Sylvie Kauffmann, en uno de sus análisis en ‘Le Monde’, no cita ni a Sánchez ni a España.

Meloni viene de la tradición de extrema derecha (admiradora de Mussolini), pero es una “transformista italiana”. Ahora quiere ser la derecha sin adjetivos y acercarse al PPE. Su victoria la aúpa en Roma y en Bruselas y, además, tiene un pacto con el viejo partido de Berlusconi que ya está en el PPE. Meloni va a contar más, pero todavía no se sabe ni cuánto ni cómo, aunque es muy posible que apoye la reelección de Ursula von der Leyden.

El otro ganador es el polaco Donald Tusk. Polonia era coto de la extrema derecha, pero en las últimas legislativas Tusk ganó y volvió a ser primer ministro. Y en las europeas ha derrotado otra vez a Ley y Justicia. Tusk encarna el ala del PPE que no quiere nada con la extrema derecha y en el grupo popular es el que, junto al alemán, tiene más eurodiputados. Uno más que el PP español.

La estrella europea de Pedro Sánchez, relevante la pasada legislatura (plan de regeneración), puede estar en retroceso. Ha perdido las elecciones y el PP y el PSOE, que, sin quererlo, son aliados en Europa, antes que nada son enemigos mortales en España. El PP recurre a Bruselas contra las políticas de Sánchez y le acusa de estar anulando el estado de Derecho. Tenga o no razón, esta gran bronca daña a Sánchez en Europa.

Y tampoco beneficia a Feijóo. Pretender que Ursula se posicione contra la ley de amnistía, asunto interno que en todo caso correspondería a los tribunales europeos, es absurdo. Entre otras cosas porque Ursula necesita a Sánchez como a Meloni (son los jefes de gobierno de la tercera y la cuarta economía europea). Y Sánchez tiene el segundo grupo de eurodiputados socialistas (tras el italiano) y es clave para el pacto de populares, liberales y socialdemócratas en Bruselas.

Con su gran guerra a cuestas, ni Sánchez ni Feijóo van a pesar más en Bruselas. Y España tampoco. En cualquier país sería una desgracia nacional, pero aquí lo importante sería un rapapolvo de Bruselas a Sánchez. O que desautorizase las andanadas del PP. Así cuenta menos que el PIB español crezca más que el de las otras grandes economías europeas. En la última semana, el FMI ha elevado la previsión de crecimiento al 2,4% y el BBVA al 2,5%, por encima del 2% del Gobierno.

Sánchez quiere que Teresa Ribera sea una de las vicepresidentas de la Comisión con competencias sobre el cambio climático. Puede que lo consiga, pero la lucha contra el cambio climático provoca reacciones contrarias porque los ciudadanos no quieren pagar su coste económico (protestas de agricultores, chalecos amarillos…). Para poder implementarla sin desórdenes sociales, los costes deberían asumirse con un incremento de la deuda común europea.

Correcto, pero ¿quién le pone el cascabel al gato? ¿El tándem Sánchez-Ribera que no está en su mejor momento ni en Bruselas ni en Madrid?  

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