Opinión | El teleadicto

Javier Cercas

Javier Cercas.

Javier Cercas.

Admiro a Javier Cercas por muchos motivos. Si tuviese que elegir a mis preferidos de los nacidos en mi hornada, cosecha de 1962, él estaría en lo alto. Por tomarse en serio el país que habita. Por tender puentes. Por aplicar la inteligencia para alumbrar ideas en el complicado mapa que plantea el conflicto entre Cataluña y España. Él, que desde su posición de privilegio de extremeño nacido en Ibrahernando puede arbitrar desapasionadamente la situación. Su punto de vista es el del intelectual brillante que domina por igual la lengua catalana y castellana. Algo que pocos logran sin que la primera haya sido la suya materna. Cada vez que he asistido a una conferencia suya, y han sido muchas, me ha deslumbrado.

En cuanto fue nombrado académico en sustitución de Javier Marías, las redes sociales echaron humo vilipendiándolo. Me mantengo al margen de todo lo que se diga en ese patio de vecinos. Solo permanezco al tanto de lo que se comenta en la sección de Cultura del diario nacional con más tirada. Me dolió mucho la agresividad con la que tildaron a Cercas de oportunista. Ese fue uno de los calificativos más suaves que recibió en el foro del diario donde más ha publicado y mejor se le ha tratado como escritor.

La corrala en que hace tiempo se convirtieron las redes sociales retrata a la perfección el carácter de los españoles: unos tipos acomplejados y rencorosos que, cuanto más cultos y leídos creen ser, más vergüenza dan. Javier Cercas es el invitado de Plano general. Como plato exquisito del menú televisivo de la semana seguro será saboreado por unos pocos paladares exigentes. Su anfitrión, Jenaro Castro, que también nació en 1962, sabe lo que hace.