Opinión

Unidad ejemplar portuguesa y reyerta española

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, abandona el Hemiciclo tras la sesión de control al Gobierno este miércoles en el Congreso.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, abandona el Hemiciclo tras la sesión de control al Gobierno este miércoles en el Congreso. / José Luis Roca

Los destacados periodistas asistentes en Las Palmas de Gran Canaria a la Asamblea de la Alianza Informativa Latinoamericana no paraban de mostrar su asombro por la agresividad que domina el Parlamento español. Sus señorías no solo dan un penoso espectáculo nacional, sino en todo el mundo hispano, erosionando el prestigio de un país referente con una Transición ejemplar de la que abominan numerosos dirigentes; de todos los partidos, por cierto.“Esa sesión que le montaron a Pedro Sánchez y las reacciones de él y sus ministros son increíbles”, destacaba el popular presentador y directivo Juan Roberto Vargas, de Caracol TV, quien teme que esa ley contra los bulos que promoverá el presidente español, se contagie a Colombia.

En medio de estos desmanes dialécticos, Portugal ofrece un espectáculo bien distinto: el ex primer ministro Antonio Costas, socialdemócrata, opta al puesto de presidente del Consejo Europeo con el apoyo sin fisuras de su sucesor, Luis Montenegro, del partido rival. Y recibe el empujón del presidente de la República, Rebelo de Sousa, de la derecha tradicional. Admirable. Determinante eso para que un país pequeño, de once millones de habitantes tenga a un socialista, Antonio Guterres, en la secretaría general de Naciones Unidas, como tuvo a Durâo Barroso, de derechas, en la presidencia de la Comisión Europea.

Esa escena de unidad sería hoy imposible en España. Cierto es que el presidente Zapatero apoyó que Rodrigo Rato llegara a la gerencia del Fondo Monetario Internacional. España lo consiguió aunque Rato, a los tres años tuvo otras urgencias y abandonó el puesto, malversando el esfuerzo común. “Tenía prisa por ganar tanto dinero como los amigos que él desde el Gobierno Aznar colocó”, afirma un analista económico -por ejemplo, Cesar Alierta en Telefónica, o Paco González en Argentaría, y luego BBVA- pero tuvo tanto afán en ello que acabó en la cárcel.

Entretanto, en Cataluña sigue el culebrón de nunca acabar. Miquel Roca Junyent, padre de la Constitución, cree que muy difícilmente se evitarán nuevas elecciones en octubre, para desespero de la ciudadanía y con el gobierno en funciones en la Generalitat; gobierno, por decir algo. Asistía Roca a un acto de homenaje a la periodista Victoria Prego, organizado por la Asociación de la Prensa de Madrid. Allí estaba también Felipe González que se refirió a la “auto amnistía” catalana, que aquel día entraba en vigor, y que queda ahora en manos de los jueces. A saber como se aplica. De momento alargando tiempos. Pero se presagia una batalla campal que ya ha comenzado en las Fiscalías con un tono agrio de choque frontal y mal pronóstico. “Es reflejo de la batalla del Gobierno contra el Estado”, asegura un destacado jurista de una empresa puntera del IBEX. Mal asunto. Como también alarga plazos, el nuevo presidente del Parlament, Josep Rull, recién indultado, para dar tiempo a que vuelva amnistiado el ex president fugado, Carles Puigdemont.

Días después del 9 de junio, en el recuento de daños radiografiados en las urnas europeas, se advierte que en los principales países, donde la ultraderecha avanzó -Alemania, Francia, Italia, España y Polonia- lo hizo impulsado por el voto joven. Inquietante. Se creó esta Europa unida que disfrutamos como antídoto de nuevas guerras mundiales, como las de 1914 y 1940. Pero no se ha sabido explicar bien a las nuevas generaciones que, como dice Josep Borrell “el estado más común de la vida de la humanidad no es la paz, sino la violencia”. La ignorancia histórica puede tener costes lamentables.