Opinión | EL TELEADICTO

Vísperas de París

Los anillos olímpicos en París, con la Torre Eiffel de fondo.

Los anillos olímpicos en París, con la Torre Eiffel de fondo. / EP

     Cómo saboreo este mes de junio las vísperas de los Juegos Olímpicos. Lo mejor siempre es la espera, la cuenta atrás de lo que está por venir y se aguarda con ilusión. Cada día, al despertarme, queda una jornada menos para el acontecimiento planetario televisado más importante del mundo. Nada menos que 3.600 horas de señal en Ultra Alta Definición serán distribuidas a los clientes de todo el mundo, sean televisiones públicas o canales privados. Los Juegos de 2028 se celebrarán en Los Ángeles y los de 2032 en Brisbane (Australia), por lo que éstos serán, muy probablemente, los últimos que podré ver en plenas facultades físicas y mentales en un horario razonable, y no voy a realizar digresiones acerca de la salud, ni a quién apunta el azar a la hora de llevárselo por delante con independencia de la edad que tenga.

Lo único relevante es que el 26 de julio arrancan los Juegos de París, que van a ser un acontecimiento televisivamente incomparable con ningún otro. Por suerte, suceden cuando muchos hogares están dotados de pantallas con una calidad de imagen y definición apabullantes. Mal harán quienes malgasten todo ese potencial siguiendo las pruebas a través de móviles chiquirritujos. Como también será una pena que los comentaristas mancillen con sus palabras las gestas que van a tener lugar en los pabellones, las piscinas y las pistas. Lamento tener que señalar cómo pecan de patrioteros, cuando las proezas que vamos a ver son espeluznantes, muy por encima de las banderas, máxime en el mundo mestizo y multirracial en que vivimos. También rogaría que dejen de maltratar nuestra lengua querida. Obrando así empequeñecen un evento audiovisual gigantesco que hace cincuenta años nos habría dejado a todos literalmente mudos.