Opinión

Los riesgos de la ultraderecha para las mujeres

Sus acciones forman parte de una estrategia global que pretende un cambio cultural que revierta en un cambio político que nos vulnera derechos a todos, pero especialmente a las mujeres y personas disidentes de género

Una mujer protesta en la manifestación por el Día de Acción Global por la despenalización del aborto

Una mujer protesta en la manifestación por el Día de Acción Global por la despenalización del aborto / Matias Chiofalo - Europa Press - Archivo

Hace unos días tuvimos una de las grandes exhibiciones mundiales de patriarcado rancio en el encuentro ultraderechista celebrado en Madrid Europa Viva 24. No es casualidad que el encuentro se produjera pocas semanas antes de la campaña para las elecciones europeas. La ultraderecha articula discursos que debemos desenmascarar para evidenciar los peligros reales que acechan a nuestra vida diaria y pueden resultar, sin duda, en un retroceso de derechos.

La ultraderecha se sirve de 'brazos y voces' que están a su alrededor. Es como un camaleón, que a veces luce del color de los discursos de un youtuber que promueve la violencia contra las mujeres a través del humor, otras de autobús que se pasea promoviendo lemas directamente antidemocráticos y en otros casos alimentando cuentas de Instagram que romantizan las vidas de las mujeres que rinden pleitesía a sus maridos. Estas acciones -entre muchas otras- forman parte de una estrategia global que pretende un cambio cultural que revierta en un cambio político que nos vulnera derechos a todos, pero especialmente a las mujeres y personas disidentes de género. Sirvan tres ejemplos concretos para ilustrar los peligros.

El primero de ellos es el derecho al aborto. Ya hemos visto en distintos países que este derecho vuelve a ser problematizado, después de años de haber sido garantizado. Es importante entender que promover un debate sobre este derecho cuando ya se percibía como consolidado tiene como objetivo transmitir el imaginario de que el debate está en la calle, que no es un consenso. Es aquí donde está el peligro real, cuando disfrazamos un recorte de derechos para las mujeres de debate público. Los escraches ante las clínicas abortivas -además de ser una violencia indiscutible ante las mujeres y los/las profesionales que allí trabajan- son una suerte de 'performance' que pretende escenificar una amplificación social del mensaje antiabortista de la ultraderecha.

En segundo lugar, el pretendido cambio conceptual y por tanto político de la violencia de género llamándola violencia familiar. De nuevo, nos encontramos ante estrategias que para algunos/as pueden parecer inocuas o banales. Pero no lo son. El debate o la lucha sobre las palabras pretende esconder una realidad aplastantemente mayoritaria, como es la violencia contra las mujeres en todas sus formas. Llamarlo violencia familiar pretende: apelar a la equidistancia de quien ejerce la violencia en términos de género y pretende remitir al famoso refrán “los trapos sucios se lavan en casa”, invisibilizando la violencia. Si bien todos los datos recogidos y sistematizados en los últimos 25 años desmienten esta equidistancia y está demostrado y avalado que la estructura patriarcal desigual es la que posibilita y da legitimidad a la violencia contra las mujeres, estos relatos ultraderechistas pretenden inocular un cambio cultural respecto a la violencia de género que podría permitir -en el peor de los escenarios posibles- un cambio legislativo con menos oposición.

En tercer lugar, la presencia de las mujeres en la vida pública. Nunca oiremos hablar a la ultraderecha directamente de que las mujeres no deben estar en los espacios públicos ni de que deben volver al hogar; sin embargo, puedo identificar como mínimo dos estrategias que nos acercan al discurso de la fantasía de la libre elección de las mujeres, de volver a roles tradicionales y no reivindicar derechos. Por un lado, los discursos que avalan que las mujeres no necesitan políticas de igualdad en el ámbito laboral porque se “defienden solas”-discurso promovido por Milei recientemente, por cierto- y, por otro lado, intentar inocular la moda que -como siempre- viene de los EEUU sobre las mujeres que, sabiamente, entienden que lo mejor que pueden hacer es volver al hogar y cuidar de 'los suyos'. En cualquier caso, pretenden desmovilizar a las mujeres y debilitar su poder de transformación personal y social. Algo muy útil, también, para las pretensiones de este giro político.