Opinión | Opinions des d’Elx

PP y Vox cumplen un año en el Ayuntamiento

PP y Vox cumplen un año en el Ayuntamiento

PP y Vox cumplen un año en el Ayuntamiento / JoanAntoniOltraSoler

El pasado lunes se cumplió un año desde que Pablo Ruz fue investido alcalde de Elx. Lo hacía sin haber ganado las elecciones, y gracias a los votos que recibió de Vox. Quedaba claro que aquello que decía el PP sobre que siempre debía gobernar la lista más votada, (el PSOE sacó 12 concejales y el PP 11) sólo valía cuando al propio PP le podía interesar, como en tantas otras cosas.

La llegada de Ruz a la Alcaldía parecía apuntar un nuevo estilo en la forma de gobernar. Había formado parte del equipo de gobierno de Mercedes Alonso, y tenía experiencia como concejal en la oposición. Aprovechó cierto agotamiento en el equipo de gobierno PSOE-Compromís, con algunos errores importantes en su gestión, en temas emblemáticos, así como ciertas actitudes difíciles de justificar y, prometiendo nuevas formas de gestión y determinados anuncios electorales, pudo alcanzar la Alcaldía para el PP por segunda vez.

Un año después, que no es mucho tiempo, pero sí el suficiente para marcar tendencias, el balance de gestión muestra preocupantes detalles. La política de anuncios y promesas, en temas importantes pendientes, se ha intensificado sin que se concreten acciones en muchos de ellos. Sí se ha producido, en cambio, un aumento destacado en aparentar gestión, más que en conseguir resultados. Y mira que era difícil superar a González en estos temas, pero lleva camino de conseguirlo. Se vive de proyectos anteriores.

Y, en lo que sí se ha notado su presencia, ha sido en esta nueva especie de «evangelización» en la que ha metido al Ayuntamiento. Él mismo reconocía, el pasado domingo en este periódico, que mucha gente pensaba que «iba a poner un belén cada esquina». Irónicamente podría decirse que aún quedan esquinas libres, pero también que sólo lleva un año. Mezclar las creencias religiosas, respetables todas ellas, con la gestión de las instituciones es delicado. Debe respetarse la no confesionalidad del Estado, y evitar situaciones de privilegio o de adoctrinamiento religioso, de cualquier clase, desde cualquier poder público.

El contraste entre sus promesas electorales y la realidad se nota cada vez más. La gestión no es, ciertamente, fácil, pero hay que dedicarle más tiempo, más esfuerzo y más exigencia incluso con los propios de cada uno. Y aquí se notan flaquezas. Cuando se trata de reclamar a Madrid se ve a un Ruz exigente, pero cuando se trata de Diputación o Consell, se es mucho más sumiso. Y es en la Generalitat donde están, o debían estar, muchos de los objetivos para Elx. Comprobar el ejemplo de transformismo en que puede acabar el proyecto de TRAM es lamentable. De lo que se prometió a lo que pueda venir, cualquier parecido será mera coincidencia. Y, encima y por adelantado, Ruz les ha perdonado los 43 millones de la UMH. Puede estar Mazón tranquilo con el Ayuntamiento de Elx, aquí se le va a exigir poco. Incluso en un tema tan sensible como las Clarisas se ha pasado de la promesa de convertirlo en la sede del Museo Valenciano de Arte Contemporáneo a una nueva promesa para ser, tal vez, subsede del Museo de Arte Moderno. Todo un exitazo de gestión. Aunque, para evitar críticas sobre incumplimientos, se llega a decir que las Clarisas que, según sus propias declaraciones, desde la oposición, exigían actuaciones para evitar su deterioro a que, ahora, ya no es tan urgente la rehabilitación y que están «a toda vela». Un verdadero milagro.

También Mazón ha conseguido que Ruz acepte que Elx sea el único lugar donde se mantenga la gestión privada (hospital del Vinalopó) para una parte de su población. Los intereses de la ciudadanía han sido marginados ante los de la empresa.

Y es preocupante la «cruzada» emprendida contra la Ley del Palmeral. La obsesión de querer cargarse su entorno de protección es muy peligrosa, y puede provocar que la Unesco se replantee la declaración.

Poco tiempo transcurrido y mucho pendiente.