Opinión

La economía aplicada a lo cotidiano

Hay quien se conforma con un trabajo decente, un sueldo decente y una vida decente y quien elige otras metas

Hay quien se conforma con un trabajo decente, un sueldo decente y una vida decente y quien elige otras metas / ...

Cada persona es un mundo. Hay quien se conforma con un trabajo decente, un sueldo decente y una vida decente y quien elige otras metas. El inframundo de futbolistas famosos e influencers con la clase de un narco y la elegancia de una poligonera vestida de mercadillo, provocan sueños húmedos en una parte no despreciable de la sociedad.

Lean el anuncio, lo copié del trabajo de un sociólogo, pero es real: “Tengo 25 años, soy muy atractiva, con estilo y buen gusto. Me gustaría casarme con alguien que gane 500.000 dólares o más al año. Podrán decir que soy codiciosa, pero un salario anual de un millón es clase media en Nueva York. Mi requisito no es tan alto”.

Bien pensado sólo pone sobre el papel las aspiraciones de millones de personas de ambos sexos, pero parece ser que a su petición contesta un ejecutivo de multinacional y la destroza utilizando un análisis económico sencillo. “Desde el punto de vista de los negocios, es una mala decisión casarse contigo. Quieres hacer un intercambio de belleza por dinero, pero hay un problema: tu belleza se desvanecerá, pero mi patrimonio se incrementará año tras año, mientras tú no podrás ser más y más atractiva. Por lo tanto, desde el punto de vista de las finanzas, yo soy un activo al alza y tú eres un activo a la baja. Y la tuya no es una depreciación normal, es exponencial”.

En realidad, la vida, además de puro teatro, es puro negocio. Salimos al escenario y nos hunden o nos levantan los aplausos de los espectadores, mientras lidiamos con compañeros de reparto que pretenden tirarnos al foso. Si la escena sale bien se multiplica nuestro valor en Bolsa. Los abucheos llevan a la quiebra nuestras acciones.

Las teorías económicas sirven para aplicarlas a cualquier aspecto humano o social. Por ejemplo dirían que una institución que tiene una proyección nula está en bancarrota y, consiguientemente deberían aplicarse severos correctivos a su responsable. Que un ayuntamiento donde no se mueve un papel ni se tiene una iniciativa desde tiempos de Mariacastaña, sería perfectamente sustituible por inteligencia artificial y el sueldo abundante que cobra su alcalde, sólo por pasear traje y figurar, sería entregado a una ONG, con mayor rendimiento económico. Que diputados por Alicante que cobran por ser la voz de su amo y calentar escaño son, desde cualquier punto de vista, números rojos en el balance. Y así hasta el infinito, y no pongo negritas porque estamos de fiesta. Unos más que otros, bien es verdad.

Un economista tendría fácil concluir que cualquier comportamiento humano se puede definir por una ecuación entre costo y beneficio. Lo que pasa es que no todo el comportamiento humano es económicamente racional, ya que los bípedos funcionamos mucho en base a ocurrencias, improvisaciones o presentimientos. Y, si no, pregúntenle a Perro Sanxe.

Vale; hay aspectos de la vida que no pueden ser explicados mediante una teoría económica racional, aunque hipótesis clásicas han dado aparentes buenos resultados en la cuenta de beneficios a determinadas clases sociales. Es de cajón que, a la hora de casarse, y desde un punto de vista financiero, son mucho mejores los matrimonios concertados que los que incorporan el amor y otras boberías en sus presupuestos. Las bodas, consideradas como transacciones comerciales, permiten generar incrementos patrimoniales y de poder. Un buen negocio, sin duda. La aristocracia no está donde está por ser tontos del bote y dejan a los pobres los enamoramientos y otras tontunas sensibleras de folletín. La pela es la pela.

Los desvalidos está claro que no son rentables; desde la teoría economicista son un gasto, no una inversión. ¿Debemos invertir en activos que no nos van a proporcionar retornos? Pregúntenselo a sí mismos, porque el populismo no hace más que aplicar el liberalismo salvaje y su respuesta está muy clara: el coste no merece la pena, mejor nos lo repartimos entre los que quedamos y al resto que le den. Un fraile menos, una ración más.

Bien es cierto que la piratería y el robo a mano armada son otras formas de plantearse el reparto de la riqueza. No tengo muy reciente la lectura del tratado de Adam Smith sobre la riqueza de las naciones, pero me extrañaría que no hubiera considerado que si no repartes de buen grado, en caso de necesidad te lo arrebatarán a lo bruto. Pero para evitar eso están los ejércitos y las policías, que se crean no para proteger y servir, como nos repiten en las series americanas, sino más bien para defender a las clases pudientes del asalto a sus bienes de los desheredados.

Si bien se fijan, la sociedad nació con una función económica: colaborar en la caza y evitar que nadie nos quite nuestras posesiones. Empezaron por defender una tajada de mamut y ahora guardan el perímetro de un chalé en La Moraleja.