Opinión | El indignado burgués

La hoguera de las vanidades

El Campello presenta el calendario de sus fiestas de la Verge de Déu del Carmen

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Confieso que no soy festero, qué le vamos a hacer. No me gustan ni las multitudes ambulantes, ni el agobio, ni el estrés de dónde aparco, ni las caravanas infinitas, ni los ruidos, ni las charangas, así que ya me contarán. Mi vida de ermitaño queda muy perjudicada cuando tengo la obligación de vencer mi resistencia y lanzarme a la batalla de la socialización, aunque sea a pequeñas dosis. Envidio a quienes tienen la capacidad de disfrutarlo, pero no soy de esa cofradía, más rogad que dios me pueda absolver (que recitaba François Villon en su “Balada de los ahorcados”).

Probablemente no gane amigos diciendo que no me gustan los festejos y que en la fiesta nacional me quedo en la cama igual, pero uno no escribe para contentar a nadie sino para ser notario de la verdad como “butanito”. O más bien para cumplir el papel de justiciero que me tienen encomendado la Providencia y los directivos de éste, su periódico. También es cierto que a todo columnista le entra siempre el temor de pensar si le lee alguien o lo suyo es puro onanismo escribidor. Pero, en fin, supongamos que al otro lado de este papel hay alguien y que no sea un periquito muerto, el del gran Jack Lemmon en “Primera Plana”.

Les decía que las fiestas no son lo mío y que tampoco soy precisamente la alegría de la huerta en las reuniones sociales. Hombre, es verdad que al final uno tiene hábitos y profesionalidad y, si se pone a ello, cumple el trámite con cierto margen. Y siento admiración por esos políticos que son capaces de poner siempre buena cara bajo un sol de justicia en un racó fogueril, por ejemplo, como si siempre estuvieran en campaña. Lo están.

No sé ya si es la hoguera de las vanidades o las vanidades de la hoguera, pero cada año que pasa algunas tradiciones se refuerzan y la mascletá es un acto público más para muchas instituciones, como una entrega de premios o cualquier sarao. Bien me parece. Nunca sobra la imagen ni las relaciones públicas, incluso para los que no tienen imagen y mucho menos relaciones públicas.

Es verdad que me repatea quien, con dinero público u oficial, se mira el ombligo e invita como si estuviera en su casa y los gastos fueran contra su cuenta corriente. Me han llegado algunas imágenes perturbadoras de una institución no muy boyante económicamente, que tendría la obligación de ser austera y, sin embargo, tiene un presidente que derrocha a manos llenas, aunque, eso sí, no tiene sueldo como su predecesor, al que por cierto ganó las elecciones con ese mantra. No se priva de nada, pero no tiene sueldo, modesto que es.

Es posible que la barraca la haya pagado Perico el de los Palotes, cabe esa posibilidad, le daremos el beneficio de la duda. Pero da igual: habría que preguntarse a cambio de qué, lo que en una institución oficial es una pregunta del todo pertinente. Cumpliendo normas de transparencia imagino que darán cumplida información al detalle de gastos y regalías. En cualquier caso, sacar barriga a costa del dinero ajeno es como bastante deplorable, pero así son las cosas.

Nada que ver con las empresas o las asociaciones o los medios de comunicación que atienden a sus invitados o asociados y consiguen patrocinios. Pero bueno, no hay nada que pueda sorprender de algunas mentes privilegiadas en las que sus intereses particulares andan muy por encima del cargo que representan. Sí, señora, es el interés más desinteresado. El negocio es el negocio y algo habrá que sacar ya que damos la vida por la institución. Sin sueldo, como quedó claro.

Hay entidades, especialmente las de derecho público, que deberían trabajar en lo suyo, en este caso la defensa de la empresa, en vez de jugar a las casitas. Hay mucho trabajo sin hacer que no preocupa en exceso, me temo. Como no puede ser de otra forma, la mejor época de esta institución, la Cámara de Comercio por si tenían dudas, fue cuando trabajaba por la economía, las infraestructuras y la empresa pequeña, dígase la peluquería, el fabricante de calzado o ese comercio amenazado. Pero para qué dedicarse a los empresarios que tienen problemas si se pueden sacar fotos con Agatha Ruiz de la Prada. No saldrán en INFORMACION, pero lo mismo les publican una nota en ¡Hola!.

El faranduleo es mucho más gratificante que asuntos complejos y arduos que requieren estudio y reflexión. También es mucho más llevadero para los que, digamos, tienen una formación primaria que les limita avanzar por el camino del conocimiento.

Las hogueras tienen su raíz en el renacimiento, en quemar lo viejo para que brote lo nuevo. No estaría mal que la regeneración alcanzase a algunos, pero abandonen toda esperanza. Cuando algo atraviesa el umbral de los infiernos se sabe cómo se entra, pero difícilmente cómo se sale. Y el infierno apenas está diez grados por encima del calor de les Fogueres de Sant Joan.