Opinión | VUELVA USTED MAÑANA

Una historia de amor. O no

Pedro Sánchez y Begoña Gómez votando el pasado domingo en las elecciones europeas.

Pedro Sánchez y Begoña Gómez votando el pasado domingo en las elecciones europeas. / JoséMaríaAsencioMellado

Ridículo es en el mundo de los mayores y de los estados modernos, esta representación de amor interesado que representan los cónyuges Sánchez y Gómez (tanto monta, monta tanto), él presidente y ella, presidenta según algún miembro del desgobierno mental conformado, eso es seguro, en la intimidad de la pareja monclovita.

La derecha, ya toda extrema, es opuesta a la idea de amor romántico del presidente. Los jueces que no respetan la coyunda refrendada por las urnas o el dedo índice que señala la fachosfera –empanada mental indeterminada en cerebros simplificados–, son uxoricidas legales, pues ella, Begoña es la esposa y madre de todos los españoles. Begoña es inocente y lo es porque como tal se le presume, tanto como a cualquier otro. Los tribunales lo dirán tras el proceso penal incoado y solo ellos pueden decirlo en un estado de derecho, no el voto o las fidelidades partidarias. No es posible un plebiscito sobre su inocencia o culpabilidad aunque a las filas de esta izquierda les parezca que debe ser el Poder único el que decida en todo y para todo. Un solo poder y una sola voz. Qué recuerdos.

Cada cual es dueño de sus pasiones, siempre irracionales, en las que la razón se modula por la deriva invencible de sus inclinaciones profundas y en régimen de monopolio y que dista mucho de ser otra cosa que la sumisión a los afectos y a los desafectos, más a estos últimos.

Hoy el caso Begoña Gómez, que debería ser uno más, pues la imputada es una particular exenta de privilegio alguno es condenada o absuelta con ligereza y abandono pleno por unos y otros en función de la adscripción política de quien opina (es un decir lo de la opinión cuando es más exabrupto que lógica). Hasta tal punto que se ha convertido en el centro de unas elecciones europeas, capaz de arrastrar el voto fiel sin pudor alguno y sin dar siquiera oportunidad a la duda, siempre deudora de la razón. La democracia revela en este caso uno de sus puntos flacos cuando quienes la gestionan son capaces de anular la inteligencia y sobre ella se eleva la simpleza de la irracionalidad. La confrontación es ya insoportable y habremos de preguntarnos cómo acabar con ella y sus promotores. Por nuestro bien. Ver peligros en un lado cuando en ambos rigen similares comportamientos, no es el camino.

En ese terreno abonado florecen los autoritarismos. Y en esa evolución hacia el desatino y la supremacía de la estulticia consentida, nos enteramos, por boca de Sánchez, jurista de reconocido prestigio universal, jurisconsulto excelso, enamorado no correspondido por la derecha extrema, que existe una regla no escrita que obliga al Poder Judicial a suspender todo procedimiento en curso en épocas electorales. Regla ésta que no se sabe, porque no está inscrita en ley alguna, si se ha pactado entre los partidos, extraños a los tribunales o con algunos jueces que, de haber suscrito un acuerdo tal, incurrirían en prevaricación al anteponer a la ley pactos políticos. Pero el presidente, con el arrojo que le caracteriza, que podría calificarse de otras muchas maneras, moldea a sus fieles con algo más que sandeces que exponen su incultura profunda, pues tales palabras son propias de quien se mueve de mala fe, con temeridad y atacando a profesionales que viven de su sueldo y que han alcanzado su profesión con méritos y esfuerzo, no con la manipulación de muchos. Invocar esa regla constituye una llamada a prevaricar, ni más, ni menos, porque no está recogida en la ley y sería política, materia ésta ajena al Poder Judicial.

La Sra. Gómez es una imputada más y, afortunadamente, visto el cariz del progresismo franquista que nos quiere gobernar, será tratada con respeto a la ley y a sus derechos. Y, ténganlo por seguro el PSOE y sus votantes, el Poder Judicial se someterá única y exclusivamente a la ley y no se arredrará ante las menudencias y ataques propios de dictaduras de otras latitudes que día sí y día también lanzan quienes, si pudieran, irían más lejos.

Las cartas de Sánchez, si no fuera quien es, serían preocupantes. Vista su profundidad intelectual y convencido de que nuestro sistema no puede ser derrotado por la Sra. Francis, es casi mejor tomarlas como lo que son: un ejercicio de quien se postra ante los réditos electorales y a ellos supedita todo, incluso sus rendidos admiradores. No tiene futuro y menos con la compañía que le rinde honores. No caben en el mismo sitio, pues tampoco saben cuál es. Es cuestión de tiempo que le abandonen no ya cuando no les sirva, sino cuando algunos se percaten de que ni D. Quijote, ni Sancho se le parecen. Ni ideales, ni realismo, solo vacuidad.

No quiero tomarme en serio las soflamas y promesas de regenerar la democracia. Ni los tribunales, la ley, ni la prensa libre lo van a consentir. Solo se trata en boca del presidente de sueños irrealizables en nuestro entorno. Porque, si de verdad quisiera hacerlos realidad, no deberíamos estar tranquilos. Son sueños, los suyos, que no se diferencian en mucho de los propios de los autócratas. El miedo a la ultraderecha o la extrema izquierda no debe ceñirse a las siglas, sino a sus proyectos y objetivos. Las siglas no subsanan ni convierten una cosa en otra. Y lo que es, es aunque se disfrace de otra cosa.