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Rescoldos

Hogueras 2024: Las Belleas del Foc visitan el racó de Información TV

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 Ya terminó la fiesta alicantina de las Hogueras de San Juan, estruendosa amalgama de alegre tradición, de arte satírico, de ingenio renovado año tras año, de costumbre secular alicantina hecha estética nueva, nuevo proyecto de monumental traza que se planta en las calles cuando amanece otra vez el verano. Y ha sido como todos los años, aunque distinta siempre, porque la vida es cambio y hay un año de vida que ha pasado otra vez entre nosotros. Hace unas horas, las Hogueras resplandecían con un fulgor misterioso y extraño, una vital presencia en la noche mágica del solsticio de junio, penetrando en nuestros corazones como ha penetrado el fuego en ellas, transformando ya el arte en luz triunfante. Y dándonos la fuerza para estar nuevamente dispuestos a la alegría. Esa alegría especial de estas fechas de junio, cuando la noche apenas se atreve con el día…

Pero todas las hogueras tienen sus rescoldos: brasas mal apagadas o negruzcas cenizas… Y tras el resplandor glorioso del fuego esplendoroso que la Cremà origina queda el sinsabor de aquello que puede mejorarse para ir ascendiendo hacia metas sublimes. Sé que al tener muchos años mi crítica tal vez resulte descompasada y necia. Pero me arriesgo a decirla hoy y ahora, por el amor que le tengo a nuestra “Festa mes fermosa”. Pues para mí es Alicante vitalidad constante desde que ya en la niñez era mi enamorada. Disculpad, pues, lectores que escriba lo que pienso, con el atrevimiento del que no espera nada. Con el parco resguardo de quien es solo olvido. Porque los años pasan, como pasaron tantos que ilustraron mi vida, como muchas facetas de actividad festera quedaron relegadas. Pero eso es la vida misma y yo no le reprocho, al contrario, disfruto evocando el pretérito en el que tanto pude, en el que mucho hice, siendo protagonista humilde y venturoso. ¡Qué gozo, qué dichosos recuerdos, que añeja plenitud de juvenil fragancia!

Más ya está bien de requiebros, vayamos a la crítica. Y critico que me parece horrible vestir a las belleas y damas con faldas que parecen globos, mesas camillas, con vuelos exagerados tanto que los dos brazos abiertos no abarcan su perímetro. Yo no soy estilista, pero algo sé de estética, humildemente, porque son muchos años dando clase de arte. Y en mi opinión, tan exagerado vuelo en nada favorece a las mozas y niñas que lucen con donaire el vestido de novia alicantina. Recuerdo como hubo una época en que las mantillas tenían la parte delantera superior muy altas, pero ahora la altura no supera los 10 cm y 8 cm para las infantiles. Por eso confío en que los diseñadores se den cuenta de que estas faldas de gran vuelo caen en el ridículo cuando su anchura es desproporcionada, convirtiéndose en bolas de las que emergen las cabezas femeninas. También lamento el aspecto de robots programados que ofrece la Bellea del Foc y sus damas, también las infantiles, cuando saludan con la mano derecha de modo tan artificioso, tan poco natural y espontáneo, como muñecas manejadas rítmicamente por un mando a distancia. En fin, tal vez manías de un senior que no comprende la “modernidad”.

Se lamentaba alguien en estas páginas que ahora en las barracas y “racós” han desaparecido las orquestas, para ser sustituidas por mesas de sonido, con atronadoras músicas desmedidas, que mucho disgusto causan en el vecindario. ¡Qué diferencia de las orquestas con vocalistas de antes, que incluso te acunaban en estas cálidas veladas festeras del solsticio de junio! ¡Y qué decir de la ansiedad para que nuestras hogueras sean cada vez más multitudinarias! Ahora parece que la importancia de las fiestas estriba en los miles, incluso millones, de visitantes que arrastran. Y ello puede ser un gran triunfo, aunque también un gran desastre. Como el que están padeciendo los núcleos históricos de más fama, los destinos turísticos de más prestigio. Cuando se rebasan los límites lógicos de capacidad, las aglomeraciones de visitantes más que un éxito pueden llegar a ser una catástrofe. Afortunadamente, nada irreparable ha sucedido aquí todavía, y la feliz coordinación de las autoridades, las fuerzas de seguridad, los servicios públicos, dan el mejor ejemplo de responsabilidad, de eficacia. A pesar de todo, se ha de procurar evitar las diversiones desenfrenadas y todas las borracheras de adolescentes en las que pierden su dignidad de jóvenes y hasta su raciocinio.

Como son fiestas que se viven en cada calle, en cada plaza, de la aurora a la aurora sin tregua ni reposo durante cuatro días, evidentemente, si durante el año la limpieza en muchas zonas de Alicante es pésima, la masificación durante los días festivos origina inevitables problemas de suciedad, que si en las zonas céntricas se evitan consecuentemente, en los otros lugares se convierten en insoportables. La acumulación de orines, de envases, de vasos de plástico, tanta basura y la falta de cuidado común en la limpieza durante las Hogueras, que no nos convierta a nosotros en cómplices.

No olvidemos que la fiesta de Hogueras es nuestra y es del mundo. Y que, como guardianes de este tesoro mágico, a todos corresponde honrar sus maravillas: al pueblo, que la creó en los siglos; a los festeros, por renovar el rito; y a la ciudad toda que cobija y alberga tan preciada riqueza.